Las nuevas tarifas del transporte público

Copago entre usuarios (y no usuarios)

Recibe peor trato el usuario de un viaje al día que quien le supera de muy poco en frecuencia

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Xavier Bru de Sala

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No es exactamente lo mismo pensar en los votos que en los votantes. De eso se quejan los que se quejan aunque no sepan muy bien de que se quejan. La reforma tarifaria, primer hijo, no se sabe si del todo legítimo, de los pactos políticos que se huelen y no tardarán en venderse como una nueva transversalidad, no solo castiga a los que usan el transporte público casi metropolitano de manera esporádica, o ni que sea una vez al día, sino que obligar a pagar, dependiendo de los municipios, incluso a los propietarios, por la razón que sea, o no se mueven de casa o del barrio o se abstienen de desplazarse en metro, cercanías o bus. Las redes hierven de detractores de las nuevas tarifas, mientras que la mayoría de los beneficiados se abstienen de dar las gracias a la autoridad por el abaratamiento según el tan extendido principio respecto: "que se fastidien, aunque me ayuden".

Pongamos como ejemplo a tres residentes de la Zona 1. El ciudadano A, que usa el transporte público un máximo de cuatro veces al mes. El B, que monta en él entre cinco y treinta y pocas veces mensuales. Y el C, que supera este umbral y viaja con la nueva T-Usual. Si el C efectúa 100 desplazamientos mensuales, pagará 40 céntimos de euro por cada viaje, casi tres veces menos que el A y el B, que pagarán 1,13 € con la T-Casual. ¿Es justo o injusto? Según. Premiar la frecuencia es bueno. Castigar al viajero frecuente pero no tanto, no hablemos del esporádico ni de si merece más oportunidades de probar las mieles del servicio público, es contraproducente para su bolsillo, si bien no debe repercutir sobre los niveles de contaminación: la mayor parte de los que usan en la red unas treinta veces al mes no tienen alternativa. Se deberán rascar el bolsillo con un incremento máximo que no llega a los 4 € mensuales. La reforma los penaliza, no mucho, pero los penaliza, sobre todo por comparación, y ya sabemos, o deberíamos saber, que la justicia distributiva es innata, epigenética en lenguaje científico. La frontera entre la penalización (de un 11%) y la bonificación (de un 20%), es muy delgada. De ahí las quejas, que comprenderemos mejor si tenemos en cuenta el siguiente experimento, hecho y repetido con nuestra parentela simiesca, siempre con el mismo resultado.

Puestos a mover palancas, uno al lado del otro, y recibir en recompensa, de vez en cuando, un corte de pepino que sale de un tubo, nuestro aplicados parientes se esfuerzan con una dedicación ejemplar. Sucede pero que, por maquiavélico designio del profesional que los tiene enjaulados, no diremos autoridad competente, de vez en cuando a uno de ellos le cae una rodaja de plátano, más bueno que el pepino. Igual trabajo, diferente recompensa. Cuando el mejor salario por el mismo trabajo se hace evidente, siempre con los mismos perjudicados e idénticos favorecidos, estalla la revuelta de nuestros primos hermanos, que las emprenden contra las palancas de la misma manera, pero con mucho más motivo, que los primeros proletarios del maquinismo se dedicaban a destruir las fábricas y dejaban en paz a sus burgueses dueños.

Para eso mismo sirven las redes sociales, no las del transporte metropolitano, y esperamos que dure, para que se descargue la ira de los que se sienten y saben tratados de manera tan poco edificante como los chimpancés encarcelados, y puteados, a fin de beneficiar a la especie superior en la escala evolutiva.

Los segundos perjudicados son los colectivos, tanto da turistas como madre e hijo, amigos, grupos escolares o de ocio, que aprovechaban el descuento de la T-10 para repartirse la bonificación cuando se desplazaban juntos. Esto se ha acabado, y para siempre. Quien quiera ahorrar, que viaje mucho y de forma individual. A ver si el próximo paso será prohibir las conversaciones entre amigos y conocidos.

Este, el de la gran diferencia entre los castigados usuarios de una vez al día y los premiados porque los superan de muy poco en frecuencia, es el defecto principal, no el único, del nuevo sistema tarifario. Aquí pagan justos por más justos todavía. Pero aún pagan más los pecadores que tienen la suerte o la desgracia de vivir o disponer de propiedades en los municipios de la Zona 2 asimilados a la Zona 1. Tanto si son del rico Sant Cugat como del mucho más modesto Sant Andreu de la Barca, tanto si viajan o no, deberán pagar miles y miles de billetes per cápita. Sobre todo si disponen de una propiedad donde no viven, es decir, si no votan en el consistorio que los castiga de una manera tan poco justificada. Hemos pasado así del copago al atraco, con la mirada de quienes deciden puesta en los votos, no en los votantes.