Economía española

¿Cansancio o agotamiento?

Estamos ya a velocidad de crucero. Y es ahora cuando los problemas estructurales empiezan a ser más patentes. No deben alarmarnos demasiado, porque las economías modernas están sometidas a cambios frecuentes

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Antonio Argandoña

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La economía española está cansadaeconomía española está cansada, pero no está agotada. Me recuerda a los enfermos que salieron del hospital con una felicitación de los médicos por su recuperación. Al principio, la vida es bella, y volvemos a las rutinas agradables: crecimiento relativamente alto, creación de empleo, inflación reducida, bajos tipos de interés, liquidez abundante, saldo positivo de la balanza de pagos… Eran los años 2015 a 2017.

Pero pasan los años, y la ilusión inicial se va desvaneciendo poco a poco. El consumo embalsado, es decir, los planes de compra de bienes duraderos, aparcados durante la crisis y puestos en marcha en la recuperación, ya han sido atendidos. La tarjeta de crédito empieza a pesar. La creación de empleo ya no es tan dinámica. El consumo empieza a crecer por debajo de la renta: reaparece el ahorro. La vivienda es demasiado cara para muchos compradores posibles, y el alquiler crece demasiado. Las exportaciones ya no son tan brillantes…

¿Cansancio? Yo diría: realismo. La capacidad de crecimiento potencial de la economía española no debe estar muy lejos del 1,5-2,0% anual. O sea, ahora estamos ya a velocidad de crucero. Y es ahora cuando los problemas estructurales empiezan a ser más patentes. Y hay muchos problemas de ese tipo. A estas alturas, no deben alarmarnos demasiado, porque las economías modernas están sometidas a cambios frecuentes, que son la primera materia de la inventiva de las empresas para superarlos. Pero que, si nos cogen cansados, es más difícil superarlos.

Problemas con parche

Ahí tenemos los hábitos de consumo: ya no es cuestión de precio, o mejor, ya no es cuestión solo de precio sino de cuidado de la salud, de sostenibilidad de la cadena de valor, de rapidez en la respuesta de la oferta (la palabra clave ahora es 'conveniencia'), la proximidad, la personalización del producto o del servicio... Comprar online es ahora fácil y barato, y nos lo traen a casa. Consecuencia: cambian las ventajas de los distintos proveedores. Hay que adaptarse. Y esto no siempre es fácil, cuando, por ejemplo, el consumo de alimentos y sus precios crecen por debajo del 1%.

Otro caso: la vivienda. La demanda potencial se resiente de un menor crecimiento del empleo, de la reducción del ritmo del crédito hipotecario, de una menor inversión extranjera, de las dificultades de los jóvenes para acceder a una vivienda en propiedad. La accesibilidad se ha detenido; la familia media debe dedicar el 33,5% de sus ingresos a pagar la hipoteca de una vivienda media: como en 2004, en pleno boom inmobiliario. Y los expertos auguran una legislación muy rigurosa, transcripción de las directivas europeas, sobre sostenibilidad, cuidado del medioambiente, seguridad, etcétera: más gastos para los propietarios, y alquileres más altos.

La capacidad de crecimiento potencial de la economía española no debe estar muy lejos del 1,5-2,0% anual

Y todavía no hemos entrado en otros problemas, de los que hablamos desde hace años, que pesan sobre nuestra economía, como las dificultades para reducir el déficit público, incluso en los años de buen crecimiento; la cuestión de la financiación de las comunidades autónomas; el sostenimiento de las pensiones; la puesta al día del Estado del bienestar en salud, educación, dependencia y rentas mínimas; la maduración del turismo; el retraso en la adaptación a las nuevas tecnologías; la formación profesional y otros muchos problemas.

Lo que estoy tratando de decir es que atravesamos ahora en un periodo de cansancio, después de otro de crecimiento relativamente alto, en el que salimos de una crisis grave y pusimos parches a algunos problemas. Pero dejamos otros sin arreglar. Problemas que, como ya he dicho, son de ordinaria administración: todos los días las empresas se enfrentan a la incertidumbre en la demanda, al progreso tecnológico, a los nuevos competidores, a los cambios impositivos y a otras menudencias.

Pero… ¿no estaremos ante un agotamiento del modelo? No tengo una idea muy clara de lo que esto significa, pero me parece que, desde el punto de vista de las empresas, la respuesta es no. Pero asistimos a cambios importantes en partes de ese modelo, como ya he apuntado antes.

Si España fuese una empresa, no me extrañaría ver a la cúpula directiva marcharse un fin de semana a un hotel remoto para deliberar a fondo sobre lo que estamos viviendo, lo que nos espera, lo que podemos hacer y lo que no nos vemos capaces de hacer. Pero España no es una empresa, sino un orden abierto, como diría Hayek: una multitud de decisores que miran a su alrededor para entender lo que pasa y tomar las mejores decisiones. Lástima que los políticos y el gobierno, los medios de comunicación y las redes sociales, no nos ayuden a hacer esa reflexión.

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