Análisis

El movimiento se demuestra andando

A la izquierda, los negociadores de ERC: Marta Vilalta, Gabriel Rufián y Josep Maria Jové. Frente a ellos, los del PSOE: José Luis Ábalos, Adriana Lastra y Salvador Illa.

A la izquierda, los negociadores de ERC: Marta Vilalta, Gabriel Rufián y Josep Maria Jové. Frente a ellos, los del PSOE: José Luis Ábalos, Adriana Lastra y Salvador Illa. / periodico

Toni Aira

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Pedro Sánchez accedió a la presidencia del gobierno por una sentencia de corrupción del PP con efectos inesperados. Presidente (casi) por accidente. Y el caso es que podría dejar la Moncloa también así, por algo parecido, en este caso por una negociación de investidura de nuevo fracasada. Sería absurdo, pero ciertamente Sánchez podría dar la razón a quienes lo consideran un accidente, si no asume que la mayoría parlamentaria de la moción de censura sigue ahí. Daría la razón a quienes lo consideran un breve paréntesis, si no metabolizara a tiempo que las elecciones del 10-N no le sirvieron para quitarse de encima a Podemos ni a los independentistas. Por tanto descarrilaría sin sentido, si no admite que por ahora no recoge mayor consenso como presidente que el alternativo a la suma de PP, Ciudadanos y Vox, y si no actúa en consecuencia. Pero todo apunta a que tirará de su famoso manual de resistencia y que no dará la razón a los agoreros que le desean lo peor.

Después de la segunda reunión con ERC, algunos indicios apuntan al optimismo para quienes verían como una gran sinrazón precipitar un nuevo escenario electoral o que Sánchez virara a un pacto antinatura con quienes le niegan el apoyo y se postulan como su alternativa. El mismo hecho de conseguir pactar un comunicado conjunto después de su encuentro del martes con los republicanos, ya es un paso, tímido a la vez que necesario. Igual como lo son algunos puntos de su contenido y declaraciones posteriores de unos y otros, que por ejemplo hablan de “conflicto político” (cosa que hace semanas negaban los socialistas) o de “soluciones políticas”, que por tanto desplaza aquello de la “crisis de convivencia” en la sociedad catalana que tanto había pregonado Sánchez en campaña.

Esquerra, además, ya no pone por escrito su predisposición negativa (aunque tampoco la niega) y, sobre todo, parece que unos y otros van llegando a la respuesta natural de cómo se resuelve un conflicto político: con política. Por fin parece que se ponen a ello, aunque sea tímidamente por aquello del miedo a la reacción de las respectivas parroquias. Y ahí el riesgo del accidente, que sin duda ofrece más peligros para los de Sánchez que para los de Oriol Junqueras. A más dilación en el acuerdo, más opciones de accidente, es decir, de un fracaso que pondría al líder socialista a los pies de los caballos.

La escenificación de la dificultad de acuerdo también forma parte de la política que ahora se está poniendo en juego, pero Sánchez ha de asumir que si él no se mueve decididamente, la llave del calendario y de la investidura la seguirá teniendo Esquerra. Hasta ahora los suyos han dado pasos tímidos, pero si quieren acelerar en dirección a un pacto, tendrán que dar pasos decididos que demuestren la voluntad del socialismo de “activar la vía política”, como han puesto por escrito. Es relevante que lo hayan hecho, porque admite que hasta ahora no lo estaba y que hay voluntad de cambio, pero el movimiento se demuestra andando. Y ya van tardando.