El tablero político

¿Pacto antes de Navidad?

Ni los socialistas ni los republicanos ganan nada si falla la investidura y vamos a unas nuevas elecciones generales

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Joan Tapia

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Desaparecido Albert Rivera el 10–N, relevado Cs por Vox y tras la experiencia de la anterior relación con Pablo Casado, Pedro Sánchez llegó a la conclusión de que la única salida –pese a que quizá le costaría dormir– era la coalición con Podemos. Y en 48 horas Pablo Iglesias cambió su discurso. La misión de Podemos no era ya vigilar la deriva conservadora del PSOE sino formar parte de un Gobierno de izquierdas preocupado por el déficit y la deuda pública. Vale.

Ambos rectificaron y se acomodaron al dictamen de los electores. Un empresario catalán que conoce bien Madrid me dice que, no obstante, el mérito no está tanto en la rectificación como en la gran velocidad en aceptar la realidad. El Gobierno PSOE–Podemos tiene tantos enemigos y razones en contra (no siempre injustificadas) que si las negociaciones hubieran durado es posible que el pacto no hubiera podido culminarse.

El error del unilateralismo independentista

Ahora la investidura exige la colaboración pasiva (abstención) de ERC. Es obvio que las diferencias entre el PSOE y ERC son muy fuertes y que la solución a la crisis catalana es todo menos fácil. Pero pese a las heridas pasadas –la DUI y el 155– y las más recientes –los ataques de la última campaña electoral– parece que las dos primeras reuniones negociadoras no han ido mal. Habrá muchos problemas, pero Pedro Sánchez necesita ser investido. Y ERC, que ha reflexionado a fondo sobre el error del unilateralismo independentista, sabe que es mejor que España tenga un Gobierno progresista que dice querer dialogar que ir a unas nuevas elecciones de resultado desconocido y en las que Vox podría salir reforzada. 

En todo caso, ERC admite que votar junto al PP y Vox contra la investidura de Sánchez no mejoraría nada. Aunque no olvida que el maximalismo de algunos sectores de JxCat proclamará que abstenerse en la investidura es traicionar a Catalunya y que, por el contrario, votar en contra junto al PP y junto a Vox es lo más conveniente e inteligente. Es la ya famosa teoría del 'cuanto peor, mejor'.

Pero la reducción al absurdo favorece el pacto PSOE–ERC. Ni los socialistas ni los republicanos ganan nada –más bien pierden y a corto plazo más el PSOE– sino llegan a algún acuerdo. Joan Tardà, colaborador de este diario, lo ha expresado con claridad en 'El País': lo importante es investir a Pedro Sánchez para luego poder negociar.

Pero a este pacto, que también tiene muchos enemigos y argumentos en contra, tampoco le convienen los retrasos. Cada día que pase sus detractores en Madrid –que son muchos– y en Catalunya –que no son menos– elevan la voz y las llamadas a no traicionar las respectivas esencias. Y la experiencia enseña que los irreductibles desencadenados gritan más, y tienen más altavoces mediáticos, que los moderados que valoran las virtudes del 'mal menor'.

El empresario catalán que me alababa la rapidez del acuerdo Sánchez–Iglesias no lo duda ni un momento. El pacto PSOE–ERC tiene hoy por hoy muchas posibilidades. Pero si pasan los días y se deja para después de Reyes, esas posibilidades se habrán reducido a la mitad.