Emergencia climática

Cómo hacer la transición energética

El proceso deberá adaptarse a la realidad de cada economía, protegiendo los sectores que crean riqueza

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Jorge Fernández

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En las últimas semanas hemos recibido mensajes preocupantes desde la comunidad científica sobre las consecuencias del cambio climático. Los científicos nos advierten de que la Tierra se enfrenta a una emergencia climática y de que disponemos de unos 30 años para modificar el sistema energético global.

El Parlamento Europeo y Gobiernos de todo el mundo, incluyendo el Govern, han declarado la “emergencia climática” y se emplazan a actuar urgentemente para frenar el calentamiento global. Sin hojas de ruta y líneas de acción concretas, sin embargo, estas declaraciones son papel mojado.

El problema actual tiene su origen, en gran medida, en el uso de combustibles fósiles (petróleo y derivados, carbón y gas natural). Las emisiones generadas en su combustión, sobre todo CO2 y metano, dan lugar a una gran concentración de partículas en la atmósfera que crea un “efecto invernadero”. Otros factores, como la deforestación, agravan la situación.

La concentración de partículas está alcanzando niveles que implican un incremento de la temperatura superior a los 2ºC de referencia en el Acuerdo de París de 2015. Este aumento supone que cambios que ocurrían a lo largo de cientos de miles de años se producen ahora en pocas décadas.

Un incremento de temperatura superior a 2ºC implica que muchos lugares del planeta no podrán albergar la vida del ser humano como la conocemos hoy. Los costes económicos y sociales de adaptación al nuevo entorno serán ingentes. No existe evidencia que refute esta hipótesis, avalada por científicos en todo el mundo y corroborada por modelos climáticos cada vez más completos, pese a las críticas de los neonegacionistas climáticos.

En este contexto, la única respuesta racional consiste en adoptar un enfoque basado en la gestión de riesgos: aunque los escenarios más desfavorables tengan baja probabilidad, su impacto es potencialmente devastador. No podemos ignorar escenarios catastróficos para las generaciones futuras, lo que implica que tenemos que actuar ya.

Cambio a la electrificación

Debemos exigir a nuestros representantes políticos que adopten medidas que faciliten la transición efectiva hacia un sistema energético global sostenible, con cero emisiones netas de gases de efecto invernadero.

¿Cómo puede conseguirse esto? A través de la electrificación de casi todo el consumo de energía (incluyendo sectores como el transporte, en el que el vehículo eléctrico será protagonista, la industria o la edificación), la penetración masiva de energías renovables en el mix eléctrico y mayor eficiencia energética.

No hay un solo modelo de transición energética. El proceso deberá adaptarse a la realidad de cada economía, protegiendo los sectores que crean riqueza. Para capturar las oportunidades económicas que surgirán deben alinearse la estrategia de transición energética con la política industrial, las políticas sectoriales, de economía circular, de innovación...

El objetivo es crear ventajas competitivas sostenibles en cada territorio, explotando sus fortalezas a través de la especialización, la innovación en productos, servicios y modelos de negocio y desarrollando sinergias entre sectores, cadenas de valor y tecnologías. Las regiones y ciudades serán protagonistas a la hora de implementar cambios en los entornos locales.

Para garantizar la aceptación social de las medidas necesarias, deberá compensarse a los segmentos de la población más vulnerables

A largo plazo, dispondremos de energía abundante y barata. Pero debemos invertir en infraestructuras y nuevas tecnologías (hidrógeno, eólica marina, captura y el uso del CO2, “gas verde”...) y financiar estas inversiones a través de nuevos esquemas de colaboración público-privada, involucrando al sector financiero en este proceso.

Será preciso utilizar un amplio abanico de medidas y herramientas fiscales y medioambientales, como el impuesto sobre el carbono. Para garantizar la aceptación social de estas medidas, deberá compensarse a los segmentos de la población más vulnerables.

En el ámbito global, se deberá tener en cuenta la realidad de China, India y los países con menos recursos para afrontar los cambios y cuyo consumo de energía aumentará a medida que crezcan.

Para no cruzar las líneas rojas marcadas por la comunidad científica, debemos fijar ya mismo objetivos exigentes y planes de acción en todos los ámbitos de la economía. Debemos modificar nuestro comportamiento como consumidores y apoyar a científicos, empresas y reguladores para que encuentren soluciones técnicas y económicas que permitan superar el mayor reto de la humanidad en este momento de la historia.