Al contrataque

El sillón es lo primero

Para no importarles los sillones, lo disimulan todos francamente bien. El problema de nuestros políticos actuales es que disimulan muy mal, tienen una talla de Estado raquítica y los ciudadanos les importamos un pepino

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Cristina Pardo

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Seguro que todos ustedes han escuchado muchas veces, entre representantes políticos de todo signo, aquello de que «primero hay que hablar de políticas y luego, de sillones». Es la moto que nos venden siempre, ante cualquier negociación que se les presente por delante. Por recurrir a un ejemplo reciente, a Pablo Iglesias se le ha llenado la boca con ese discurso, aunque a la hora de la verdad también sea una cuestión de la porción de Gobierno que le toque, con sus correspondientes ministerios y sus respectivos sillones.

Este martes se ha producido en el Congreso una situación que refleja literalmente esto que digo. Un auténtico esperpento. El día que se constituyen las Cortes, algo que antes ocurría una vez cada cuatro años, los diputados no tienen todavía sitios asignados. Antiguamente, a medida que llegaban al hemiciclo, iban ocupando tranquilamente sus asientos. Ahora, con la multiplicación de las formaciones políticas, nuestros representantes hacen cola casi de madrugada para entrar y coger un buen sitio unos y para reservar el suyo de siempre los otros.

La última moda es directamente que haya refriega, como si estuvieran en una taberna a punto ya de cerrar. Eso es lo que ha ocurrido este martes entre parlamentarios de Ciudadanos y de Vox. Según algunas fuentes, un diputado ha acabado en el suelo. Según otras, no se ha llegado a caer. Algunos testigos lo contaban así: «Estaba Marcos de Quinto sentado, cuando han tratado de saltar por encima de él con la intención de ocupar puestos ya reservados en el hemiciclo». Y añadían: «Solo ha habido empujones y agarrones». Solo. Con un par.

Abrigos en el respaldo

Qué tiempos aquellos en los que se consideraba un escándalo que los diputados de Unidas Podemos colgaran sus abrigos en el respaldo de su escaño, en lugar de en los percheros que hay a la entrada del hemiciclo. Después de eso, también han convertido en una carnicería la elección de los miembros de la Mesa del Congreso. Que sí vótame tú para que no entre Vox, que si yo te presto unos diputados, que si da igual que aquel tenga 52 escaños y tú, 10...

Para no importarles los sillones, lo disimulan todos francamente bien. En mi opinión, el problema de nuestros políticos actuales es que disimulan muy mal, tienen una talla de Estado raquítica y los ciudadanos les importamos un pepino. Da igual que juren por España, por la Constitución, por la libertad, por los presos o por el feminismo. Es lo más parecido a aquellas personas anónimas que cuando salen por la tele o hablan por la radio preguntan si pueden saludar. Ya que ahora se empujan por llegar a su puesto de trabajo, estaría muy bien que desde este mismo instante empiecen a ganarse el sueldo.