La cumbre de Madrid

Más allá del clima

Los gobiernos deben explicar a los ciudadanos los impactos económicos y sociales de la transición ecológica

Cumbre del Clima Madrid

Cumbre del Clima Madrid / periodico

Áurea Moltó

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La COP25 se celebra con las palabras gastadas y sin tiempo para la retórica. La Unión Europea ya no habla de cambio ni de crisis ni de urgencia, sino de “emergencia climática”. Así lo aprobó la Eurocámara el 28 de noviembre, a cuatro días de la Cumbre de Madrid. Desde que en 1979 se celebrara en Ginebra la primera conferencia sobre el clima, el único logro incuestionable ha sido aceptar que el cambio climático es el problema global más desestabilizador.

La evidencia científica, el aumento de las temperaturas, la degradación de los ecosistemas y las enfermedades relacionadas con la calidad del aire señalan los límites de un modelo económico fundamentado en las energías fósiles. También demuestran que no bastan los compromisos asumidos hasta ahora, ya sean obligatorios como los del Protocolo de Kioto o voluntarios como los del Acuerdo de París. La neutralidad de emisiones exige una economía sin petróleo, gas ni carbón. Y esto no va solo del clima.

Cambiar el modelo energético es cambiar el mundo con nuevas matrices de poder. Esta certeza explica la resistencia a la acción colectiva que el cambio climático requiere. Hay dos factores más que impiden avanzar al ritmo necesario: la incertidumbre y el coste. ¿De cuánto tiempo disponemos? ¿Quién pierde si no se hace nada? ¿Cuánto tengo que contribuir? ¿Qué harán los otros? Un bien público global como el clima es un ejemplo del dilema del prisionero, según el cual la incertidumbre desincentiva la cooperación, pero actuar en interés propio eleva los riesgos.

Desde que la Conferencia de las Partes (COP) se estableciera en 1994 como máxima autoridad en la negociación climática se ha buscado consensuar objetivos y tejer las alianzas imprescindibles para su cumplimiento. Los niveles de desarrollo son tan dispares como las responsabilidades por las emisiones pasadas y las futuras. La UE ha decidido adelantarse, con la esperanza de que el European Green Deal atraiga al resto por su potencial transformador de la economía.

La COP25 debe asegurar que en el 2020 entre en vigor el Acuerdo de París, del que está fuera Estados Unidos, convertido en obstáculo insalvable para hacer frente al cambio climático. Pero no es solo el amigo americano, necesitamos al principal emisor mundial, China, y también a India. Necesitamos asimismo un horizonte alternativo para países como Arabia Saudí, Rusia, Irán, Canadá, Nigeria o México, cuya competitividad económica está en la posesión de hidrocarburos.

La transición ecológica se traduce en impuestos a los combustibles, inversiones multimillonarias para la eficiencia energética de los hogares, la transformación del sector del automóvil, de la agricultura, del mundo rural, del uso de químicos y plásticos... La emergencia climática necesita políticas –financieras, fiscales, educativas, industriales– que tendrán un coste alto durante generaciones. Los gobiernos deben explicar a los ciudadanos cómo se pueden reducir las emisiones de carbono y, al mismo tiempo, los impactos económicos y sociales que tendrá la transición. Solo con la verdad se pueden tomar hoy las medidas para que en años, décadas, siglos vivamos bien dentro de los límites del planeta.