La nueva Comisión
Larga vida al estilo europeo
No somos Rocky, pero no tenemos que serlo. Quizá el mayor lujo al que podemos aspirar es tener una Europa que resuelva discretamente los desafíos a los que nos enfrentamos
Carlos Carnicero Urabayen
Periodista.
Carlos Carnicero Urabayen
Dice el flamante jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, que los europeos tenemos que aprender a hablar el lenguaje del poder. Tiene razón, pero lo tendremos que hacer a nuestra manera, fieles a ese estilo que se parece poco a la forma de exhibir y concebir el poder que tienen los liderazgos autoritarios que tan de moda nutren los poderes del mundo.
Mientras Trump tuiteaba recientemente un montaje de sí mismo en las carnes del legendario Rocky Balboa, circulaba en las redes un vídeo de Merkel exaltando la libertad de expresión y sus límites: “Comienzan cuando se esparce el odio, cuando la dignidad de otras personas es violada”. Una buena metáfora del popular mantra de Robert Kagan: Europa es de Venus y Estados Unidos pertenece a Marte; o sea, la fuerza de los músculos de Trump como límite de lo posible frente a los valores y el poder blando de Europa.
A la UE no le salvarán sus valores -libertad, igualdad, respeto a la diversidad...- aunque sin ellos estará perdida. Tampoco la evocación de un pasado trágico y un presente feliz, aunque tenga razón un Juncker que se despide y no debamos olvidarlo: “Haber nacido en la Europa de posguerra y después de la caída del telón de acero es haber ganado la lotería en vida”.
La puesta en marcha de la nueva Comisión Europea es fiel reflejo a este estilo europeo. Ha despegado discretamente, más tarde de lo previsto, con candidatos a comisario abrasados y suspendidos por el exigente escrutinio del Parlamento Europeo. Muchos no se habrán enterado, no habrán visto videos virales con buenos zascas. No los hubo. ¿Hacen falta? Deberíamos confiar más en los resultados de la política que en el espectáculo de los políticos.
Cita Pablo R. Suanzes en su recomendable libro 'Europa soy yo' a Yeats: “Los mejores carecen de toda convicción y los peores están cargados de apasionada intensidad”. Y remata: “La UE es todo menos apasionada intensidad”. La Comisión de Von der Leyen la componen 12 mujeres y 15 hombres de distintas fuerzas políticas y trayectorias diversas, decididos a dar lo mejor de sí bajo una concepción de la política matizada, compleja, moderada, abocada al inevitable pacto. ¿Cómo gobernar de otra forma 500 millones de europeos unidos en la diversidad?
Si la mayoría de europeos pasa de puntillas sobre el arranque del nuevo tiempo político en la UE, los extremos están de luto. Dice el europarlamentario de Podemos Miguel Urbán que el equipo de Von der Leyen es una “gran coalición neoliberal que cede ante la extrema derecha”. Para su colega de Vox Hermann Tertsch la nueva Comisión está “secuestrada por las imposiciones de la izquierda, la histeria climática, la ideología de genero…”. Los extremos hacen piececitos bajo los escaños.
No somos Rocky, pero no tenemos que serlo. Quizá el mayor lujo al que podemos aspirar es tener una Europa que resuelva discretamente los desafíos a los que nos enfrentamos, que rinda cuentas, sin zascas pero con resultados.
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