Atentado en Londres

El colmillo del narval

En un sarcasmo del destino, el propósito del seminario al que acudió el terrorista Usman Khan, la rehabilitación de exconvictos, pone de manifiesto nuestras inmensas contradicciones

El terrorista Usman Khan.

El terrorista Usman Khan. / periodico

Olga Merino

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Ha vuelto a producirse. En el mismo escenario que en junio del 2017, en Londres. Como un regalo siniestro de Pascua, el atentado islamista parece haberse instituido en tradición por estas fechas tras los ataques en los mercadillos navideños de Estrasburgo (2018, cinco muertos) y Berlín (2016, 12 muertos). El lobo solitario busca la aglomeración y una efeméride simbólica de la civilización occidental para infligir daño, ya sea la Navidad o los fuegos artificiales del 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla (2016, Niza, 86 muertos, 434 heridos). Una civilización y unos valores, dicho sea de paso, cada vez más liofilizados. ‘Liberté, égalité, fraternité’.

Se repiten, además, ciertos patrones, como la actuación audaz de ciudadanos que se enfrentan al agresor aun arriesgando la propia vida, armados, en Londres, con un extintor y un surrealista colmillo de narval. Convertido en improvisado capitán Ahab contra la ballena blanca —el yihadismo es, en efecto, un enigma tan intrincado como Moby Dick—, el héroe en cuestión se había pertrechado de su arpón animal en el cercano Fishmongers’ Hall, en una de cuyas paredes colgaba como adorno y adonde Usman Khan había acudido a escuchar una conferencia titulada ‘Aprendiendo juntos’. En un sarcasmo del destino, el propósito del seminario, la rehabilitación de exconvictos, pone de manifiesto nuestras inmensas contradicciones. ¿Es posible enfrentar el problema sin caer en el buenismo ciego ni alimentar la bestia parda de la xenofobia? ¿Cómo se explica que el asesino, en libertad condicional, llevara una pulsera y no saltaran las alarmas?

Más coincidencias con atentados previos: un imán detrás con una prédica venenosa y radicalizada y un ascensor social que no funciona; en los papeles, Usman Khan era más británico que la lluvia. Por ello la idea de Europa es más necesaria que nunca para construir una política migratoria común y cabal. Para seguir defendiendo lo que nos unió un día.