Artistas rompedores

Marcel Proust y Rosalía: cien años no es nada

El paralelismo entre ambos creadores se ve hasta en la base de sus propuestas: a ella le cuestionan si lo que hace es flamenco, a él que lo suyo fueran novelas

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Silvia Cruz Lapeña

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Horas antes de que Rosalía posara con sus tres Grammy Latinos, llegaba a las librerías 'Proust, Premio Goncourt: un motín literario', y la lectura de sus páginas tendió un puente inesperado entre la catalana, el francés y el siglo que media entre sus estrellatos. En ese libro, Thierry Laget analiza los ataques que recibió Marcel Proust tras ganar en 1919 el máximo galardón de las letras galas con 'A la sombra de las muchachas en flor'. 

“Es como una tortilla sin huevos”. Así definió una revista un libro que la mayoría de medios consideró indigno del galardón porque no abordaba la primera guerra mundial, el tema del momento, o porque a sus 48 años Proust les parecía demasiado mayor para recibir ese reconocimiento. Hoy, nadie pone en duda los premios a Rosalía, tampoco –o muy poco– el valor de los mismos, a pesar de que el Grammy nunca ha cotizado en términos artísticos. Sin embargo, el paralelismo entre ambos creadores se ve hasta en la base de sus propuestas: a ella le cuestionan si lo que hace es flamenco, a él que lo suyo fueran novelas y por eso los libreros, influenciados por la crítica, ponían sus ejemplares en el estante de cuentos

Rompiendo esquemas

Otra: “Proust quería ver su cara en los periódicos”, asevera Laget, que retrata con finura la vanidad del literatovanidad , que prefería que se informara incorrectamente sobre él en un periódico que imprimía dos millones de ejemplares ('Le Petit Parisienne') que con rigor en 'Le Figaro', de 50.000. Eso, aunque la palabra no se usara, también es anhelar ser 'mainstream'. Más: por considerarlo demasiado rico, dijeron de él que no merecía el premio y también a ella la pone la prensa a batallar en una lucha de clases cuando se publican cosas como el supuesto “origen proletario de 'El mal querer'”.

Pero el punto común más elocuente es el 'shock' que produjeron. Laget explica cómo 'A la sombra de las muchachas en flor' dejó a la prensa “desamparada”, incapaz de explicar con los parámetros de siempre la forma de narrar de Proust. En el caso del literato, esa desorientación provocó ataques, y en el de Rosalía, elogios a mansalva, también porque a inicios del siglo XX era más probable que un intento de romper esquemas fuera visto con recelo y hoy, cualquier cosa que se presente así es más vitoreada que rechazada, incluso antes de saber lo que contiene.

Pero también en eso son parecidos, pues en cuestiones de promoción, vituperio y piropo no son contrarios. La prueba está en que Proust ni se molestaba en confirmar o desmentir nada de lo que de él publicaran. Daba igual que lo tildaran a la vez de izquierdista o de reaccionario; de homosexual y de lo contrario; de enfermo mental o de falaz. Él prefería que fueran otros –amigos, admiradores, periodistas– quienes completaran sus ideas, a veces solo globos sonda, insinuaciones

Hoy esa función la cumplen de forma más directa las redes sociales, que son a las opiniones como el 'playback' a la música, pero es el medio donde mejor se mueve la catalana. En Twitter hizo su declaración más contundente, “Fuck Vox”, sobre la que no admitió preguntas. Aún así, los periodistas, que mostramos algunas reticencias en copiar sin más notas de prensa que envían representantes, partidos o instituciones porque son comunicados de parte, sí hacemos de un 'post' o un tuit a secas una noticia.

Periodismo cómplice y esclavo

A Proust, como a Rosalía, el guirigay creado en las portadas le vino al pelo. “¿No es precisamente la crudeza de la polémica que, difundiendo su nombre, le permite acceder a los lectores que, de otro modo, nunca habrían prestado atención a su obra y así ser considerado, en vida, un clásico?”. Así habla Laget del partido que le sacó el vapuleado autor al revuelo provocado por un exceso de artículos faltos de reflexión y rigor, textos que provocan más sonrojo que la manera de actuar del jurado del Goncourt o que Proust, su ego y su ambigüedad. 

Más que informar, algunos vaticinaron: 'A la sombra de las muchachas en flor' no pasaría a la historia de la literatura, decían con suficiencia sin haber asimilado el golpe. Otros prefirieron opinar desde las tripas e incluso quienes apoyaban al autor lo hacían de manera exacerbada, más preocupados en responder a los detractores que en aportar algo al debate. Así pasa con la cantante, que genera –y fomenta– una confusión informativa como la que retrata Laget, que con su libro hermana, sin pretenderlo, no solo a Proust con Rosalía, sino al periodismo de 1919 con el de hoy, cómplice y esclavo de un sistema que exige continuamente y sin respiro 'hits' y clics.