La radio

En 1979, The Buggles popularizó una canción titulada 'Video killed the radio star'. Sonaba a epitafio de un medio, que tuvo su máxima influencia hasta que la televisión le desbancó a partir de mediados del siglo pasado. Luego llegaría internet, que presuntamente hará lo propio con el cine y la televisión.  Hace poco se comenzó a hablar de la muerte de la web a causa del imparable crecimiento de las 'apps', más especializadas, con conexión directa y mayor seguridad. Y ahora ya se escribe sobre el final de estas a manos de las 'app webs', que con los servidores alojados en la nube y las mayores velocidades de conexión podrán personalizarse y ofrecer servicios conjuntos de correo, compras y chats privados, todo en la misma herramienta. La frontera de la tecnología se mueve constantemente y a cada nuevo avance surgen voces elogiando las nuevas perspectivas y entonando el réquiem por las de hace unas décadas. Pero luego la verdad muestra que aunque todo se trasforma, y cada vez con mayor rapidez, nada desaparece.

Porque el cine no terminó con el teatro, que sigue gozando de una excelente salud; ni la televisión con los largometrajes, cada vez más numerosos; ni el Mp3 con la música (sí con los discos); ni internet con la televisión, que en nuestro país acumula,, incluso en mínimos históricos,, un consumo diario de 3 horas y 31 minutos por persona. ¿ A cuántas cosas le dedicamos más tiempo de nuestro ocio? Ocurre que todo son lenguajes para contar historias y mientras estas sean buenas, siempre hay alguien dispuesto a escucharlas. Y en este sentido, la radio resulta ejemplar, porque en ella quienes narran los acontecimientos  son en gran medida los propios que los protagonizan, en directo y casi al instante, conjuntamente con las voces de los ciudadanos que como en ningún otro medio tienen la posibilidad de participar. Partiendo de una pluralidad notable tanto en estilos, como en líneas editoriales, y de la mano de excelentes profesionales, nuestras radios compiten todos los días no solo con la televisión, sino con las nuevas tecnologías, y lo hacen sin caer en exageraciones que buscan el espectáculo, ni en 'fake news', ni en el humor barato. Lo hacen dejando que la vida trascurra por sus micrófonos con naturalidad y cercanía. Evidentemente hay excepciones que confunden hacer radio con la prédica acalorada en defensa de unos postulados, pero solo sirven para confirmar la regla general de que nuestras radios son una compañía inmejorable.

Hace años se decía que la triple misión del periodismo consistía en "educar , informar y entretener", pero como todo en el sector, aquella vieja definición ha quedado obsoleta. Hoy en día la comunicación consiste en crear conexiones entre los ciudadanos, y de estos con lo que nos pasa, buscando nuestra cercanía (otros le llaman consumo) al tiempo que darnos datos que nos permitan formar nuestra propia mirada sobre la vida. Y ningún medio cumple con ese objetivo mejor que la radio. Tiene menos glamur que el cine; es pequeña frente a la soberbia televisión; menos relevante que la prensa y más veterana que la red; pero la radio les gana a todas en el uso de la palabra y sin ella solo hay ruido o silencio.