Negociaciones entre PSOE y ERC

Diálogo sin concesiones previas

Es de esperar que el vértigo de la votación de investidura no active en el presidente-candidato la "estrategia del contentamiento" para complacer al independentismo

Los negociadores del PSOE: Illa, Ábalos, Lastra, con los respresentantes de ERC, Rufián, Vilalta y Jové.

Los negociadores del PSOE: Illa, Ábalos, Lastra, con los respresentantes de ERC, Rufián, Vilalta y Jové. / periodico

Rafael Jorba

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El diálogo es la palabra mágica. La mayoría de los ciudadanos españoles son partidarios del diálogo, así lo refleja la última encuesta del CEO, encargada por el departamento de Presidència, sobre la percepción del debate territorial en España: el 68% avala el diálogo (el 46,8% dentro de la Constitución y el 21,2% "sin límites"). Casi una cuarta parte (el 23,4%) reclama "mano dura". La posición central coincide con el desiderátum del pacto de coalición entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesiaspacto de coalición: buscar fórmulas de encuentro, "siempre dentro de la Constitución".

El diálogo es también un concepto impreciso. François Jullien, filósofo y sinólogo, lo califica de 'mou', en su acepción francesa de 'etéreo', y se remonta a la etimología del término para llenarlo de contenido. Diálogo, del prefijo griego 'dia' -a través, por medio de- y el radical 'logos' -palabra, razón, verbo- nos conduce a un camino que atraviese un espacio, no exento de obstáculos: "Un 'dia-logo' no es inmediato; sino que necesita tiempo. Es progresivamente, pacientemente, como las posiciones respectivas -separadas y distantes- se descubren la una a la otra, se reflejan la una por la otra, y elaboran lentamente las condiciones de un encuentro efectivo".

Renunciar a la vía unilateral

Estas condiciones difícilmente se podrán dar antes del debate de investidura. La pregunta retórica de la dirección de ERC a su militancia -"¿Está de acuerdo con rechazar la investidura de Pedro Sánchez si previamente no hay un acuerdo para abordar el conflicto político con el Estado a través de una mesa de negociación?"- se podría haber formulado de manera más simple y descarnada: "¿Está de acuerdo en renunciar a la vía unilateral y aceptar el dialogo que ofrece Pedro Sánchez?".

Los catalanes de en medio, es decir, aquellos que rechazamos el 'statu quo' y la deriva unilateral del independentismoderiva unilateral esperamos que el presidente en funciones no se mueva del perímetro fijado: que el Govern dialogue con el resto de fuerzas políticas y renuncie a la unilateralidad. El deshielo debe iniciarse en Catalunya para vehicular "una propuesta política que cuente con un amplio apoyo en la sociedad catalana" (declaración de Pedralbes) y "encauzar el conflicto político en Cataluña desde el diálogo y el entendimiento institucional" (comunicado del PSOE y del PSC tras la reunión del jueves con ERC). Estos principios no pueden ser moneda de cambio.

Catalanismo de raíz federal

Sí, los catalanes de en medio que defendemos un catalanismo de matriz federal pedimos firmeza a Sánchez. El federalismo no es solo una técnica, sino un sistema de gobernanza basado en aquella síntesis de Joan Maragall: unión y libertad. "Se trata -como ha explicado el quebequés Stéphane Dion- de un modelo que vincula el aprendizaje de la negociación con el arte de la resolución de los conflictos (…) La diversidad no constituye un problema, sino una oportunidad".

Desde la lealtad federal, esperamos que el vértigo de la votación de investidura no active en el presidente-candidato la llamada "estrategia del contentamiento" que ha descrito también Dion: "Puesto que los secesionistas quieren todos los poderes, se les concederá una parte deseando que los menos radicales queden satisfechos. Si no se contentan, quiere decir que no se han transferido todavía suficientes poderes y es preciso agregar otros. Los secesionistas reciben cada concesión como un paso más hacia la independencia".

La "estrategia del contentamiento" choca con varios escollos. Dion los resume así. Primero: acrecienta la distancia psicológica entre territorios. Segundo: se puede perder de vista el interés público como elemento de motivación de las reformas, es decir, no se modifican las políticas para mejorar los servicios públicos, sino para contentar a los secesionistas. Tercero: se banaliza la secesión -una especie de separación a medias- y se da la impresión de que lo que la separa de la autonomía es una cuestión de grado y no un desgarro traumatizante. Cuarto: se dramatizan los desacuerdos, que adquieren dimensiones existenciales. Y, por último, se libera a los secesionistas de la carga de la prueba sobre la viabilidad de su proyecto: "Los defensores de la unidad tienen que asumir la responsabilidad de llevar a cabo las grandes reformas que solucionarán todos los problemas".

En resumen, si ERC pide diálogo "sin condiciones previas", Pedro Sánchez debe ofrecer diálogo sin concesiones previas -la magnanimidad sería interpretada como síntoma de debilidad- y trasladar la carga de la prueba a los republicanos: aceptar la vía del diálogo, sabiendo que será un camino largo y complejo, o votar 'no', con todas sus consecuencias.