IDEAS

Mi Asunción

Asunción Balaguer en el montaje del musical 'Follies', dirigido por Mario Gas.

Asunción Balaguer en el montaje del musical 'Follies', dirigido por Mario Gas.

Josep Maria Pou

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El mundo sin Asunción Balaguer es mucho más triste.  Doy por hecho que, tras su desaparición, la media global de cariño, afectos y sonrisas ha bajado muchos enteros.  Asunción era pura ternura. Una de los seres más entrañables del teatro y el cine español de los últimos 20 años. No solo una actriz. Para todos, -los compañeros éramos también su familia- una madre dispuesta, una abuela cómplice, esa tía extravagante cuya visita se desea diaria con el bolso lleno de confites y sorpresas. Nuestra Angela Lansbury, nuestra Margaret Rutherford, nuestra Titina de Filippo. Una más de la familia.

La urgencia de la crónica diaria ha contado que Asunción retomó su carrera de actriz después del fallecimiento de Paco Rabal, lo cual no es del todo exacto.  Paco murió en el 2001. Pero ya en 1982, y a lo largo de toda la temporada 82/83, Asunción estuvo pisando escenario en el Teatro Bellas Artes de Madrid y yo tuve la suerte de estar a su lado en una compañía  en la que también estaban Amparo Baró, José Bódalo y Anna Maria Barbany, entre otros. José Maria Morera, el director, convenció a Asunción -no le costó mucho, supongo- para que volviera al teatro. Y Asunción, convencida ella, convenció, a su vez, a Paco de que ya era el momento de retomar su carrera. 

Todos fuimos testigos de la alegría con la que Asunción emprendió los ensayos. Parecía una adolescente recién salida del Conservatorio. Sus carcajadas fueron la banda sonora de aquellos días. Y luego, tras el estreno y en la disciplina de las dos funciones diarias, el esfuerzo nada fácil de compaginar oficio y familia. En el poco tiempo que quedaba entre funciones y mientras el resto de los actores descansábamos departiendo en los camerinos, ella salía corriendo hacia su casa -un taxi la esperaba en la puerta del teatro- y volvía a tiempo, apresurada, para la función de noche. Y al regresar, siempre la misma frase: “¡No voy a dejar que Paco cene solo!”.

La imagino ahora cenando, de nuevo, con Paco. Y veo como me sonríe. Feliz, orgullosa, completa.