La negociación PSOE-ERC

Una mesa en la que no sentarse (de momento)

Situados en el plano más optimista puede que la mesa se haga realidad, otra cosa es que el montaje esté lo suficientemente bien hecho para soportar el peso de los codos de los comensales

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Josep Martí Blanch

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El manual de instrucciones sobre cómo montar una mesa de negociación sobre el conflicto político catalán que ERC ha hecho llegar en forma de examen a Pedro SánchezPedro Sánchez para facilitar su investidura es un verdadero rompecabezas para el presidente en funciones. Como en los muebles de IKEA los pasos a seguir están impresos en sencillos dibujitos: reconocimiento de la existencia de un problema, negociación entre iguales, es decir entre gobiernos; un calendario concreto, que se pueda hablar de todo y garantías de cumplimiento de lo que se acuerde. No obstante, como sucede en el mundo real cuando los muebles llegan a casa, ahí anda el pobre Sánchez, en una mano el destornillador y en la otra el martillo, sin saber por dónde empezar.

Situados en el plano más optimista puede que la mesa se haga realidad, otra cosa es que el montaje esté lo suficientemente bien hecho para soportar el peso de los codos de los comensales. Todo apunta a lo contrario. Con unas elecciones cercanas en Catalunya que obligarán a ERC a mantener el tono alto para competir con JxCat por el voto soberanista, líderes independentistas en la cárcel, la derecha golpeando el hígado socialista por entablar conversación con el soberanismo, el propio PSOE dividido sobre la cuestión, y otros tantos elementos de distorsión como queramos añadir, es plausible imaginar que la mesa se derrumba con estrépito en cuanto llega el aperitivo y se llenan por primera vez las copas. Así que, sabiendo que preside el comedor un enser tan delicado, debiera advertirse a los convocados que la mesa forma parte de momento de la categoría del ver pero no tocar.

Podrían sentarse, sí. Pero sin los codos apostados en el tablero, aliviando el peso de la cristalería y sin servir ningún tipo de vianda. ¿Para qué hacerlo entonces? Pues simplemente para probar que la mesa existe y que pueden reunirse a su alrededor. El encuentro, para no arriesgar, debería ser breve. El tiempo justo para tomar un solo acuerdo: el ágape de la negociación empezará a servirse en otra mesa y con otros invitados.

En esa otra mesa, más sólida por menos exigida, no habría gobernantes ni cargos de partidos. Solo personas con conocimientos, capaces de actuar con independencia y amplitud de miras, y de diferentes sensibilidades y procedencias desbrozando por un periodo limitado de tiempo -¿seis meses? - las múltiples posibilidades que existen para la solución del conflicto. Dándoles forma, prescribiendo las más razonables y, finalizado el encargo, elevando sus conclusiones a los que habían encargado la tarea.  Un trabajo que podría llevar por título, si no fuera porque la fórmula está gastada, algo así como 'El libro blanco para la solución del conflicto catalán'.

Empezar por aquí permitiría cumplir, en esta primera fase, con todas las condiciones que ERC impone: inmediatez, reconocimiento del problema, calendarización, seguimiento de los acuerdos y negociación entre iguales (puesto que el encargo sería hecho por los dos gobiernos). Y daría tiempo a que la otra mesa, en la que se debe decidir en lugar de proponer, recibiera unos puntos de soldadura que, sin ser garantía para mantenerse en pie, le permitieran soportar los envites de las discusiones más agrias. Algo que ahora es imposible.