Para ganar la batalla de los datos
Europa deberá avanzar hacia una carta social digital que garantice derechos fundamentales de sus ciudadanos
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
Los datos van a constituir una de las grandes prioridades de la nueva Comisión Europea, cuyo mandato se inicia este próximo diciembre. Y lo será desde una doble perspectiva, la de los negocios y la de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Desde la vertiente empresarial, la preocupación es enorme. Los datos se han convertido en la gran mercancía de este siglo, habiéndose conformado gigantescas corporaciones cuya actividad estriba en su almacenaje y utilización. Los ejemplos más paradigmáticos los encontramos en Facebook o Twitter, como redes sociales; en Amazon o Uber, como proveedoras de productos y servicios; o en Google y Microsoft, como piezas insustituibles de la vida empresarial.
Por ello, la Unión Europea, con Berlín y París al frente, viene mostrando una gran inquietud por su incapacidad por competir con Estados Unidos. El liderazgo norteamericano es abrumador, como lo certifica que sólo el 4% de los datos originados en países occidentales se almacenen en compañías europeas. Esa carencia representa ceder el liderazgo a unos EEUU. que ya no son ese socio fiable de hace pocas décadas. Un lastre para la empresa europea y una debilidad añadida para nuestro sistema de seguridad y defensa. Pero, además, la misma dignidad de las personas dependerá de cómo se custodien y utilicen sus datos.
Una amenaza que deriva de la posición monopolística de las grandes tecnológicas, que disfrutan de un poder de mercado sin precedentes, superior incluso al de aquellos monopolios que, a finales del siglo XIX, dieron lugar a las primeras políticas antitrust en EEUU. Pero, además de su efecto pernicioso sobre el funcionamiento de los mercados, estas tecnológicas invaden la intimidad de las personas y comercian con su privacidad. Y sin coste alguno.
Hacia una carta social digital
En este sentido, es de reconocer la actuación de Margrethe Vestager, que ostentaba la cartera de Competencia en la anterior Comisión, y que seguirá asumiendo esa responsabilidad los próximos cinco años, desde su nueva condición de vicepresidenta. Bajo su mandato, la Unión Europea inició una innovadora y ambiciosa política antimonopolio, que deberá reforzar con el fin de garantizar un funcionamiento fluido de los mercados y, a su vez, estimular un mayor crecimiento a largo plazo.
Pero, lo más relevante, Europa deberá avanzar hacia una carta social digital que garantice derechos fundamentales de sus ciudadanos. Entre otros, el de decidir sobre su propia intimidad y, en su caso, el de ceder sus datos en el marco de un mercado reglado y transparente.
Los europeos estamos perdiendo la batalla de los datos, pero no por ello podemos renunciar a nuestros valores más propios. Además, curiosamente, solo desde nuestra personalidad más propia, la defensa de los derechos individuales y de la libre competencia, podremos recuperar posiciones en esa batalla. Aunque también tendremos que renunciar a una parte de nuestra personalidad, la de pensar en clave estrictamente nacional. Suerte a la nueva Comisión.
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