Una variable olvidada

Calentamiento demográfico

El crecimiento de la población constituye un importante factor de vulnerabilidad frente a los impactos del cambio climático

Ilustración de María Titos

Ilustración de María Titos / periodico

Mariano Marzo

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En relación con el cambio climático forzado por la actividad humana cabe preguntarse si los impactos futuros de este fenómeno se atenuarían si se ralentizara el crecimiento de la población mundial. Una respuesta afirmativa parece obvia, especialmente si tenemos en cuenta que desde el 2015 al 2100 las previsiones son que la población del planeta se incremente en cerca de 4.000 millones de personas. Por otra parte, la validez de dicha respuesta está respaldada por estudios rigurosos y, de hecho, muchas organizaciones no gubernamentales, que llevan a cabo actividades relacionadas con el clima y la población en los países menos desarrollados y con experiencia en la elaboración de planes nacionales de adaptación, consideran que el crecimiento demográfico constituye un importante factor de vulnerabilidad frente a los impactos del cambio climático.

Sin embargo, la principal fuente de información científica en la que se fundamenta la elaboración de la política internacional, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC), no se manifiesta de manera explícita sobre el potencial que las políticas demográficas tienen cara a reducir los riesgos asociados al calentamiento global. Así, aunque el último informe del IPCC incluye una evaluación técnica sobre la interacción entre población y clima, no se pronuncia sobre si la planificación demográfica debe incluirse, o no, entre las respuestas potenciales previstas para la adaptación y la mitigación del cambio climático.

Cuatro percepciones erróneas

En opinión de algunos expertos, en el seno de parte de la comunidad concienciada y comprometida con dicha mitigación y adaptación existen al menos cuatro prejuicios o percepciones erróneas, que propician la minusvaloración del tema demográfico y la consiguiente ausencia de propuestas de soluciones en dicho ámbito.

La primera de tales percepciones es que el crecimiento de la población mundial ha dejado de ser un problema. Sin embargo, la última proyección demográfica de la ONU presenta unas cifras que son las más altas de todas las estimadas hasta la fecha, con una población global que en 2100 se situaría en torno a los 11.200 millones de personas.

La segunda percepción errónea es dar por sentado que las políticas demográficas no son efectivas, lo que constituye una generalización excesiva, ya que los programas de planificación familiar para limitar o espaciar los nacimientos han funcionado con éxito en no pocos países, aunque, todavía sean necesarios más esfuerzos e inversiones.

Un tercer error es considerar que la demografía no tiene una especial influencia sobre el clima. Sabemos que las emisiones causantes del calentamiento global son el resultado de la conjunción de diversos factoresdiversos factores, tales como el crecimiento económico y del consumo, el progreso tecnológico y los cambios en la estructura económica y en los usos del suelo, entre otros. Las emisiones de gases de efecto invernadero, en el pasado y en la actualidad, son atribuibles principalmente al crecimiento económico, posibilitado por el uso masivo de los combustibles fósiles de los países desarrollados. Sin embargo, múltiples estudios también concluyen que la demografía juega un papel importante tanto en la historia de las emisiones como en sus proyecciones.

Respeto a los derechos humanos

Y el cuarto perjuicio es la creencia de que las políticas demográficas suscitan demasiada controversia como para poder ser aplicadas con éxito. La oposición más firme a los programas de planificación familiar suelen provenir de grupos sociales y religiosos conservadores. Pero también existen otros motivos de objeción, como los esgrimidos por las organizaciones de derechos humanos que denuncian la injusticia que supone el que la planificación deba aplicarse mayoritariamente en los países más pobres (en ocasiones empleando métodos coercitivos) cuando estos no son los responsables del cambio climático. Ciertamente, esta objeción refleja una realidad objetiva, pero eso no cambia el hecho de que el crecimiento de la población en los países en desarrollo supone un desafío para el clima global, de modo que la inacción demográfica priva a la comunidad internacional de una importante herramienta para mejorar el bienestar humano.

Es hora de que el IPCC tome cartas en el asunto y de que las comunidades científicas y ambientalistas, junto a las instituciones internacionales para el desarrollo, lleven a cabo rigurosos análisis científicos sobre políticas demográficas y programas de salud reproductiva cimentados en el respeto más absoluto de los derechos humanos.