A propósito del cierre de Círculo de Lectores

Ya no leemos igual

La lectura ha dejado de ser exclusivamente aquella actividad solitaria, lenta, y que pide concentración con la irrupción de la lectura digital interrumpida, superficial y dispersa

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Joan Carles Navarro

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Hace unos días supimos que Editorial Planeta ha decidido cerrar el emblemático Círculo de Lectores. Atrás quedaban casi 60 años de historia de la que llegó a ser la comunidad de lectores más grande de España.

De entre los motivos del cierre aducidos por la misma editorial, más allá de la insostenibilidad de un modelo de negocio basado en la venta de libros puerta a puerta, está la falta de oferta, el cambio experimentado en los hábitos lectores y el consumo digital. Los comentarios vertidos a raíz de la noticia recuerdan con nostalgia un tiempo pasado en que la visita del vendedor y la llegada del libro eran celebrados como uno de los eventos familiares más esperados, en una época en que las opciones de ocio eran significativamente menores que las actuales.

Ciertamente, internet, y las tecnologías digitales, ponen al alcance del lector una oferta de entretenimiento como nunca se hubiera imaginado. Pero ¿qué hay detrás de este cambio de hábitos lectores que justificaría el cierre de Círculo de lectores?

Para responder la pregunta tendremos que volver a la tan socorrida transformación digital, que ha alterado no solo lo que leemos, sino también la forma en que lo hacemos. La lectura ha dejado de ser exclusivamente aquella actividad solitaria, lenta, que pide concentración e invita a la reflexión, por ser, también, una actividad social que practicamos en cualquier lugar y momento del día. La lectura ininterrumpida de páginas y más páginas de un mismo libro, la denominada lectura intensiva o literaria, comparte espacio con otro tipo de lectura, mucho más fragmentada y dispersa, materializada en la consulta de mensajes, correos electrónicos, redes sociales, blogs o páginas web que acaparan nuestra atención de forma constante y que nos llevan a formar parte de otro tipo de comunidad lectora. Leemos en papel y en digital, con el móvil, el ordenador, el eReader o la tableta táctil. Desde esta perspectiva, el cambio de hábitos no puede hacer referencia a la frecuencia con que leemos, porque es obvio que nunca se había leído tanto como ahoranunca se había leído tanto.

Mil maneras de leer

Han aparecido nuevos formatos textuales y nuevas plataformas de difusión de la lectura. Los videopoemas o las narrativas transmedia son un ejemplo de estos nuevos géneros. La Biblioteca Pública de Nueva York ha ideado las InstaNovels para difundir clásicos de la literatura universal a través de los 'stories' de su perfil de Instagram. Los audiolibros, que tendrían su origen en la grabación de lecturas orales que las enfermeras hacían los soldados ingleses heridos durante la primera guerra mundial, parecen haber encontrado ahora su canal ideal para alcanzar, no ya el objetivo original de acercar la lectura a las personas ciegas, sino el de hacérnosla compatible con cualquier otra actividad cotidiana.

La tecnología digital, y el uso que hacemos de ella, ha alterado todas las formas de creación y consumo de contenidos culturales, y la lectura no ha quedado al margen. Periódicamente se publican informes sobre hábitos de lectura y compra de libros, sobre la penetración del libro electrónico o la pervivencia del libro impreso. Son informes rellenos de datos que permiten analizar mercados y tendencias. Lo que estos informes no pueden decir todavía es de qué manera esta lectura interrumpida, superficial y dispersa, propia del mundo digital, afectará nuestra capacidad de retentiva, de concentración y de comprensión, y qué efecto tendrá en los nuevos lectores. Y esta es la pregunta, porque, guste o no, la lectura será cada vez más digital.