Se busca carpintero que fabrique mesa de diálogo

Adriana Lastra y Gabriel Rufián, durante la reunión que mantuvieron en julio.

Adriana Lastra y Gabriel Rufián, durante la reunión que mantuvieron en julio. / periodico

Gemma Robles

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La militancia de los partidos de izquierda es la hipotética protagonista, en estos días, del deshoje de la margarita política en torno a la investidura de Pedro Sánchez. Las bases socialistas, las de Unidas Podemos y las de Esquerra avalan o rechazan las propuestas de pactos sobre el futuro Gobierno que abanderan sus líderes, a pesar de no conocer la letra pequeña y mucho menos la cara b de los posibles acuerdos o desacuerdos a los que, se supone, deben dar un abrazo o un histórico manotazo. Los detalles son lo de menos. O eso parece. Lo relevante en las organizaciones es poder alardear de ejecutar decisiones compartidas con el militante de a pie, dándole gran empaque teórico a lo que en la práctica, por cómo está planteado,  es mero trámite o una estrategia cortoplacista para presionar o ser menos presionado por el adversario o el potencial socio.

En la noche del martes tendremos recopiladas las opiniones de todas estas militancias, pero es eso no dará ninguna respuesta definitiva a si Sánchez puede o no ser investido. Con el voto de las bases no llega el punto final a nada. Al contrario: en algún caso, como el del sondeo interno de ERC, se subirá el primer escalón de la compleja negociación que puede estar por venir con el PSOE. Si el preacuerdo de socialistas y morados tiene posibilidades dependerá, entre otras cosas, de que se encuentre con urgencia una carpintería en la que fabricar una mesa de diálogo, duradera y elaborada con materiales nobles, no con intenciones destructivas y coyunturales, sobre la que posar la temida carpeta de la crisis en y con Catalunya. No es tarea sencilla.

Partidos o Gobiernos

El PSOE afirma no estar cerrado a buscar carpinteros finos que estén a la altura y tener una mesa a la que invitar a sentarse a partidos, que no a gobiernos, en los próximos meses. Desde ERC se ansía algo con más lustre, que arrastre al futuro Ejecutivo central y al catalán puesto que, además de tener más enjundia institucional la iniciativa, sugieren, conllevaría que JxCat tuviera que ser partícipe también de alguna forma en el empujón que necesita el gabinete Sánchez-Iglesias. 

El próximo jueves estaba previsto que representantes del partido del puño y la rosa se vieran con una delegación de republicanos para hablar de investidura. Habrá que ver si mantienen la fecha después de que se haya hecho pública, puesto que no a todos los protagonistas les ha gustado que se difunda que había cita inminente.  Sea cuando sea la reunión, que llegará, lo relevante es comprobar si son capaces o no de labrar juntos las maderas en las que puedan depositarse propuestas, y no solo reproches o amenazas. Esto después de que hayan sentando cátedra las militancias, sea en el sentido que sea, y los morados sigan esperando con paciencia en la retaguardia de las negociaciones oficiales, dejando caer en canutazos furtivos términos como el de la «plurinacionalidad» pero evitando declaraciones para aclarar si más allá de dar un brochazo, pretenden pintar algún cuadro digno de colgarse en el museo de la política con mayúsculas.

Sánchez y los suyos, que saben que se juegan el ser o no ser, además de carpintero buscan alternativa. Por si hay baile y giro de guión de último minuto. Eso explica que Carmen Calvo haya telefoneado ya a Inés Arrimadas y que nadie descarte marcar el número de  Pablo Casado. Atentos.