IDEAS

El futuro ya está aquí

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Jordi Puntí

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El otro día, saliendo de la Fundación Foto Colectania, intentaba recordar la primera canción que oí de un grupo de la movida madrileña. Años 80, adolescencia. Su exposición actual, muy recomendable, es un repaso a la iconografía de aquellos años del Madrid más salvaje, a partir de las fotos de Alberto García-Alix, Ouka Leele, Pablo Pérez-Mínguez y Miguel Trillo. Enterrado Franco, que no el franquismo, la piel nueva de la música aceptaba todos los colores, crepados y modas: una disidencia que entonces -incluso para los que lo vivíamos de lejos- ampliaba el sentido de lo que nos habían dicho que era la cultura. ¿Cuál fue, pues, esa primera canción? El 'jukebox' de la memoria hizo su trabajo y eligió 'Enamorado de la moda juvenil', de Radio Futura. La tarareé: "Que yo, sí yo, / en un momento comprendí... / que el futuro ya está aquí".

Ridley Scott situó 'Blade Runner' en noviembre del 2019, y la realidad no le desmiente

Y resulta que es cierto. Finalmente el futuro ya está aquí, aunque no sea como la esperábamos, al menos no tal como intuíamos tras ese ritmo alegre de hace 40 años. Por si hacen falta más pistas, estos días la ficción de 'Blade Runner' ha coincidido con nuestra realidad. La película de Ridley Scott pintaba el futuro de Los Ángeles en noviembre del 2019, y las imágenes no acaban de desmentirla. Los fuegos imparables, fruto de la emergencia climática, se reflejan en las pupilas humanas, aunque hoy no tengamos replicantes. Quizás la película no supo anticipar la globalización de internet, pero en cambio describió la soledad humana en las grandes ciudades, en pisos pequeños, robotizada.

Más pistas. Hace poco leía una entrevista con el poeta norteamericano Frank Bidart, que el año pasado ganó el Pulitzer a los 80 años. Bidart también es famoso porque lo guarda todo y su apartamento está invadido por montañas de libros, periódicos, discos, vídeos, DVD... No hay ni un rincón libre y me recuerda el piso de otro poeta, Joan Brossa. Hablando de su obsesión coleccionista, Bidart dice algo que se puede entender como un testamento de su tiempo, del nuestro: "Vivo en un cementerio de la tecnología. Es imposible verlo todo, leerlo todo, pero esta imposibilidad no elimina el deseo de hacerlo".