El laberinto catalán

Independencia o barbarie, valga la redundancia

La lógica de los CDR es una pulsión de tipo nihilista que destruye por el simple placer de la destrucción

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Antón Costas

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En una estancia en La Habana, en los años noventa, en pleno 'período especial', de fuerte penuria, recuerdo haber visto pintado en un muro un gran cartel del régimen castrista que quería levantar el ánimo de los cubanos 'Patria o muerte'. Alguien, de forma furtiva, había añadido: “Valga la redundancia”. Imagino que la furtiva pintada duró poco tiempo. En todo caso, esa coletilla añadida expresaba bien la idea que para él que la había escrito significaba el lema castrista de “patria o muerte”: era lo mismo. 

He recordado esta anécdota al leer hace unos días el comunicado difundido por los CDR después del corte de la autopista en la frontera francesa. El comunicado acababa con el lema de 'Independencia o barbarie'. Alguien también podría haber añadido, “valga la redundancia”.

Las pérdidas económicas

El texto del comunicado es revelador del sinsentido de este tipo de actuaciones de los CDR y de las contradicciones en que caen. ¿Qué opinión se haría usted de una persona que, de forma eufórica y orgullosa, le viniese a decir: “Hemos generado grandes perdidas económicas en solo dos días”, como afirma el comunicado?

La pregunta que seguramente le surge, como a mí, al leer esta frase es, ¿a quién creen los CDR que han provocado esas grandes pérdidas económicas? Supongo que piensan que al enemigo. Es decir, al Estado. Pero no es el caso. Se las inflingen a los ciudadanos que quedan atrapados en las autopistas, calles, estaciones o aeropuertos sin poder llegar al trabajo o a su casa; y a las empresas que necesitan llevar sus productos a los mercados o recibir los aprovisionamientos para poder seguir funcionando.

El caso de Seat ilustra muy bien quiénes son los verdaderos perjudicados por estas pérdidas. Tuvo que suspender la producción y cerrar la fábrica de Martorell por no tener asegurada la llegada de los camiones con los aprovisionamientos por los cortes en las autopistas y carreteras. Este miércoles su presidente, Luca de Meo, en una intervención en Foment, la patronal catalana, en presencia del vicepresidente del Govern, Pere Aragonés, y varios 'consellers' advirtió que tienen otras fábricas en Europa a las que pueden verse obligados a desviar la producción si continúan este tipo de actuaciones. Por tanto, es a la economía catalana y a los trabajadores a los que se les provocan esas “enormes pérdidas económicas” de las que hablan los CDR.

La advertencia de Luca de Meo es muy relevante por otro motivo. Ahora el riesgo ya no es que las empresas saquen su sede corporativa de Catalunya y la residencien en otro lugar de España, como ocurrió en octubre de 2017 con la declaración de independencia. Ahora el riesgo es que se vayan las fábricas. Y con ellas el empleo de muchos catalanes.

Estas contradicciones en las que incurren los CDR son las que me hacen pensar en el sinsentido de sus actuaciones. A no ser, claro está, que los enemigos reales a los que se quiera perjudicar sean las empresas y los trabajadores de Catalunya. Y a los que se quiera beneficiar sean aquellos lugares fuera de Catalunya a los que se trasladan las sedes y las fábricas.

Alteración de la vida colectiva

Esta es una de las contradicciones en las que incurren este tipo de actuaciones de alteración de la vida colectiva y afectación del derecho a la movilidad de las personas que sus promotores y las personas que participan en ellas no quieren ver. Piensan que con sus actuaciones incívicas perjudican al 'enemigo Estado' cuando en realidad están perjudicando a sus conciudadanos y a la creación de riqueza del país.

Confieso que no entiendo la lógica de este tipo de comportamientos. Me pregunto si hay algún impulso moral que aunque yo no comparta permita comprender esta barbarie. La lógica de la barbarie de los CDR no se alimenta de ningún impulso moral. Es una pulsión destructiva de tipo nihilista que destruye por el simple placer de la destrucción. Es similar a placer que experimentan los psicópatas haciendo daño a sus víctimas. La independencia es una simple tapadera para esa pulsión destructiva.

Llegados a este punto tengo que confesar que comprendo que esa pulsión destructiva pueda ganar a algunas personas antisistema. Pero lo que no soy capaz de comprender es porque mucha gente mayor, que se ven a si mismos como independentistas pacíficos, se suman o toleran la barbarie. La independencia es una preferencia política legítima. Pero queda deslegitimada cuando se persigue a través de la barbarie.