Retos de futuro

Lo que verdaderamente importa

Catalunya, históricamente, ha estado llena de creatividad y de ambición. Pero no estamos canalizando adecuadamente esta energía, y está estallando en una pulsión autodestructiva de la que deberíamos alejarnos

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Anna Gener

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Políticamente, en Catalunya, estamos en una especie de fase de espera, en una situación de empate irresoluble que no nos deja avanzar y que mantiene la vida de mucha gente en un eterno aplazamiento. Lo más preocupante es que muy probablemente esta situación persistirá en el transcurso del tiempo y muchas personas envejecerán en este estado de parálisis. Pero el mundo no se detiene, mientras nosotros llevamos demasiado tiempo dando vueltas, sin rumbo.

No deberíamos permitir que la vida se nos escape sin resolver los complejos problemas a los que nos enfrentamos: el envejecimiento progresivo de la población, la revolución digital y tecnológica, la transición energética o la dificultad de acceso a la vivienda; cuestiones que prácticamente no están presentes en el debate público, y que tenemos que resolver si no queremos fracasar como sociedad.

Batería de medidas

El año pasado registramos la cifra de nacimientos más baja desde 1941, dato en descenso por décimo año consecutivo. El envejecimiento de nuestra población hará desaparecer el Estado de bienestar tal y como lo conocemos, aunque trabajamos hasta los 70 años. La solución pasa por posibilitar, con una sofisticada batería de medidas, que se pueda ser madre sin tener que hacer renuncias adicionales a nuestros compañeros hombres a la hora de desarrollar una carrera profesional con plenitud.

Un segundo desafío es hacer frente a la revolución digital y tecnológica, que está transformando radicalmente el tipo de perfiles que el mundo empresarial necesita. El mercado laboral reclama profesionales creativos, humanísticos, analíticos, empáticos, poliédricos, que conozcan el comportamiento humano, que tengan facilidad para la interacción social y que cuenten con sólidos conocimientos digitales; unas competencias que nuestro sistema educativo deja de lado. Para solucionarlo, es necesario configurar un diálogo fluido y constante entre el mundo educativo y el mundo empresarial. Si formamos los perfiles profesionales adecuados, seremos capaces de atraer empresas internacionales de primer nivel y propiciar que se creen empresas aquí, pues la captación del talento adecuado será la clave para que una empresa decida instalarse en un territorio.

Un tercer gran reto que tendremos que afrontar es el calentamiento globalcalentamiento global, una amenaza inexorable que tendremos que combatir llevando a cabo las inversiones apropiadas para planificar la inevitable transición energética. Hay que hacer una labor educativa ingente para que todos nos sintamos interpelados a colaborar activamente para reducir las emisiones y detener el cambio climático.

Es el momento de configurar una 'Gran Barcelona' que dé aire a nuestras aspiraciones

Finalmente, habría que mencionar el problema del acceso a la vivienda, pues la emancipación de los jóvenes y la creación de nuevos hogares es un objetivo social inexcusable. Lo solventaremos produciendo más vivienda en Barcelonamás vivienda en Barcelona, que es donde se concentra la demanda insatisfecha, pero, por encima de todo, es necesario que nos dotemos de un transporte público moderno y eficiente, que teja urbanísticamente el territorio que cubre el Área Metropolitana. Barcelona debe dar un salto hacia la metrópoli de los 5 millones de habitantes; necesitamos un nuevo marco físico donde vivir y trabajar, y darnos la oportunidad de fortalecernos económica, social y culturalmente. No podemos esperar más, es el momento de volver a derribar las murallas, y configurar una 'Gran Barcelona' que dé aire a nuestras aspiraciones.

Aparte de debatir sobre todas estas cuestiones de orden técnico y de organización social, también deberíamos proveer a la reflexión de una profunda dimensión ética. Debemos decidir qué clase de sociedad queremos ser, respecto a nosotros mismos y al mundo.

Creatividad y ambición

Catalunya, históricamente, ha estado llena de creatividad y de ambición; por eso moldeamos, obcecadamente, el espacio mental que se nos ha reservado. Pero ya hace tiempo que no estamos canalizando adecuadamente esta energía, y está estallando en una pulsión autodestructiva de la que deberíamos alejarnos si no queremos deteriorarnos como sociedad.

Los problemas que afrontamos son tan complejos, que solo los podremos resolver si nos concentramos en articular soluciones reales, en las que tanto el mundo público como el mundo privado den lo mejor de sí mismos y se organicen para trabajar conjuntamente, en un marco de confianza mutua. Nada tiene sentido si no conseguimos mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía y si no dejamos un mundo mejor a nuestros hijos. Y para que esto suceda, es necesario centrar el debate en lo que realmente importa.