IDEAS

El juego de los nombres

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Mónica Vázquez

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Quiero ser amiga de Hideo Kojima. Quiero quedar un día con él para comer y tomarnos unas cañas. No sé qué le gusta beber, pero pediremos dos de lo que sea, y discutiremos amigablemente sobre arte y cultura. Y entonces, le miraré a los ojos y le diré: Hideo, amigo, ¿qué te pasa con los nombres?

Kojima acaba de sacar a la venta uno de los mejores videojuegos de los últimos años, ‘Death Stranding’. En él, el jugador se convierte en Sam Porter Bridges y su misión consistirá en ayudar a reconectar los pedazos de unos Estados Unidos de América moribundos tras una hecatombe mundial, para así poder salvar a la humanidad. Por el camino, irá recogiendo paquetes que se han perdido, ayudando a otras personas y abasteciéndose de material que más adelante va a necesitar para sobrevivir a unas criaturas invisibles que se alimentan de la materia viva humana. 

El videojuego 'Death Stranding', de Hideo Kojima, es un gran juego sobre un mundo deliciosamente construido y diseñado 

El mundo está deliciosamente construido y diseñado. La historia, esa manidísima arquitectura narrativa en la que salvar EEUU significa salvar a la humanidad, aunque simplista y predecible, es efectiva y engancha. Es un gran juego, pero ¿en qué estabas pensando cuando nombraste a los personajes, Hideo? ¿Cómo quieres que me tome en serio el fin del mundo si tengo que mantener conversaciones importantes con un señor llamado Die-Hardman

Los nombres son un fenómeno sociológico muy del sesgo cultural. Son pequeñas huellas estéticas que va dejando la historia, formando caminos que atraviesan bosques de significado. A veces nos empujan a un precipicio lleno de prejuicios, y otras veces nos abandonan en la puerta de casa sin saber muy bien si acabamos de llegar o aún no hemos salido. ‘Jessica’ no es el mismo nombre en España que en Estados Unidos o en Japón, pero quizá pronto lo sea, porque gracias a la tecnología estamos empezando a vivir más allá de las circunstancias físicas de nuestra existencia. Distintas culturas se entremezclan creando un mundo lleno de color y textura, formando una extraña y magnífica ‘cultura mundial’ que terminará por reescribirlo todo. Pero Die-Hardman, querido Hideo, seguirá siendo un nombre malísimo.