Abusos sexuales en la infancia

Cuando curarse es un privilegio

ilustracion opinion Olga Ruiz

ilustracion opinion Olga Ruiz / periodico

Olga Ruiz

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No es fácil dar el paso, hemos convivido con el horror tantos años que lo hemos incorporado a nuestra rutina como el ejercicio matutino o como el vermut de los domingos, pero el dolor ni es aconsejable para la salud ni te deja buen sabor de boca. Cuando has sufrido abusos sexuales en la infancia, puedes intentar ignorarlos por un tiempo pero nunca superarlos sin ayuda. El dolor nunca muere, pero sí mata, y lo hace lentamente.

Reconocer que necesitas a un profesional para empezar a curarte es también -paradójicamente- reconocer que has fracasado, que no has sido capaz de derrotar al monstruo sola, que ahí sigue al acecho, dispuesto a seguir devorándote. Nos costará un tiempo y mucho esfuerzo darnos cuenta de que es imposible superar el estrés postraumático que supone un abuso sexual continuado sin ayuda, sin alguien que te enseñe a quitarte culpas y a perdonar a la niña o al niño que no te dejaron ser.  El primer paso para curarte es reconocer que necesitas ayuda, aunque todavía no lo sepas. Es supervivencia pura, siempre llega, en muchos casos cuando somos madres o padres, en otros cuando el dolor nos ha ganado tanto terreno que ya ni nos reconocemos, o quizá cuando empezamos a perder a personas importantes. La vida avanza y decidimos aligerar el paso para alcanzarla. Dar el paso para deshacernos del peso, curiosa paronimia.

Un periplo desesperante

Lo que nos espera a partir de ese momento es una travesía en el desierto. Los médicos de familia de nuestra sanidad pública son los auténticos héroes de un periplo desesperante. Hacen mucho más de lo que pueden. Saben que cuando alguien entra en su consulta pidiendo ayuda por haber sufrido abusos en su infancia, están ante un caso grave, muy grave. Detienen un tiempo que no tienen para centrarse en nosotros, aparcan dolores de cabezas y sortean el suyo propio, consecuencia de las quejas de pacientes impacientes. Pacientes que reclaman los diez minutos que les tocan desde hace veinte. ¿Cuántos minutos le tocaría en el reparto a un niño, un adolescente o un adulto que en una consulta reconoce haber sufrido abusos sexuales? Imposible cuantificarlo, por eso paran el reloj cuando se encuentran un caso así, ellos y ellas humanizan el sistema. Nos escuchan, nos medican, nos hacen un seguimiento semanal, pero no pueden hacer nada más porque no hay nada más.

El sistema sanitario catalán no cuenta con un programa específico y multidisciplinar para casos de abusos sexuales en la infancia.  Te lo acaba confirmando la psicóloga a la que te ha derivado con urgencia tu médica de familia: los recortes, la falta de recursos, de voluntad política parece querer decir sin decirlo. Al otro lado de la mesa tú y tu miedo solo atináis a preguntar "¿Y entonces?". Te recomienda un profesional privado, lo necesitas, asegura. Baja la mirada, combinación de vergüenza e impotencia. Final de trayecto para muchos, para los que no pueden pagar 70 euros por cada una de las sesiones semanales con un terapeuta.

Alguien me dijo hace algún tiempo que los niños no interesan a los políticos porque ni pagan impuestos ni votan. Ni puedo ni quiero creérmelo, me consta que existe la voluntad de la misma forma que me enerva que no exista la urgencia. La ley integral de protección a la infancia es un buen ejemplo, casi diez años de trabajo y de consenso y sigue esperando su siempre inminente aprobación.

Las comisiones políticas no curan, los profesionales médicos sí.

Nadie me ha contado lo que aquí explico, me está pasando a mí y no hay razón alguna para avergonzarme por contarlo.