150º aniversario

Canal de Suez: el sueño faraónico que Lesseps hizo realidad

La ampliación agravará los retos ecológicos que plantea la invasión de más de 400 especies procedentes del Mar Rojo

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zentauroepp50987576 titos191119201933 / MARÍA TITOS

Andreu Claret

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Desde el Imperio Antiguo, los faraones ya intentaron conectar el Mediterráneo con el Mar Rojo. Egipto tenia mucho grano para vender y dinero para comprar especies y otras 'delicatessen' procedentes de la India. Dejaron rastros de un primer ‘canal de los faraones’ que unía el mar Rojo con el Nilo cuando la crecida del río ayudaba. En el siglo XIII antes de Cristo, Ramsés II pensó que si sus antecesores habían iniciado la tarea y habían levantado la pirámide de Keops, bien podía él enlazar los dos mares de manera permanente y evitar largos y azarosos trayectos a lomo de camello. Aunque disponía de la tecnología más avanzada de su época y de miles de ‘felahs’ (campesinos) medio esclavizados, su propósito no era el de hacer un canal como el que imaginó y construyó, tres mil años después, Ferdinand de Lesseps. Tampoco las naves de entonces eran como los ‘tankers’ y los casi 80 barcos que lo cruzan cada día, abarrotados de contenedores. Bastaba alcanzar el Nilo con seguridad y luego seguir su curso hasta el Gran Verde, que era cómo los antiguos egipcios llamaban el Mare Nostrum.

De aquellos sueños faraónicos nació la idea del canal de Suez cuyos 150 años se conmemoran esta semana. Napoleón Bonaparte ya pensó en ello, pero sus topógrafos se equivocaron y le dijeron que el desnivel entre los dos mares era de nueve metros. Imposible, pues, concebirlo sin esclusas (como las del canal de Panamá). Pero Lesseps era tenaz y visionario y nuevas mediciones confirmaron que no existía tal desnivel. Disponía de la tecnología y de ‘felahs’ que seguían viviendo casi como en tiempos de Ramsés (20.000 murieron en la construcción). Le faltaba dinero que obtuvo con una suscripción en bolsa y, lo más importante, venció los desafíos geopolíticos que suponía darle a Egipto una posición tan prominente.

La primera globalización

Su condición de diplomático (había sido cónsul en Barcelona) ayudó a que los otomanos (que dominaban entonces Egipto), los ingleses (que aspiraban a subyugarla) y los franceses (frustrados por la fallida campaña de Napoleón) aceptaran la idea, siempre y cuando el canal no estuviera en manos egipcias, claro está. Así fue como, en noviembre de 1869, se inauguró una obra de 193 kilómetros de longitud, 300 metros de anchura y 22 de profundidad. Un canal que acortaba en 8.000 kilómetros el viaje por el cabo de Buena Esperanza sin el cual no se puede entender la primera globalización.

Quienes hayan ido a fumar alguna vez una ‘shisha’ a la terraza del Marriott sabrán lo que supuso aquella inauguración, presidida por la emperatriz de los franceses, Eugenia de Montijo, para quien el 'khedive' Ismail hizo construir el hotel, con toda suerte de lujos orientalistas. Fue la fiesta del siglo, con más de mil ‘celebrities’ venidas del Imperio Otomano, Gran Bretaña y Francia. Con incluso un encargo a Verdi para que compusiera 'Aida'. Tras la fiesta vino la crisis, Ismail tuvo que vender sus acciones y el canal quedó en manos de los ingleses cuando estos pasaron a gobernar Egipto a finales del XIX. Vehiculaba el 8% del transporte marítimo mundial, una afrenta para Egipto, que no pintaba nada en el canal. Cuando el país recuperó su independencia, Nasser anunció su nacionalización en un discurso en Alejandría, en 1956, que ha quedado como un hito de la historia del mundo árabe.

La importancia geoestratégica

Ni los franceses ni los ingleses se lo perdonaron y lanzaron sus ejércitos, sumados a los de Israel, para recuperarlo. La guerra terminó en tablas por la intervención de la URSS y Estados Unidos, que no querían que Europa lo dominara. No fue la última guerra que afectó a un canal marcado también por la de los seis días entre Egipto e Israel (1967) y la del Yom Kippur, siete años más tarde. Ismail Pacha había explicado mejor que nadie la importancia del canal de Suez cuando dijo que le permitía a Egipto dejar de ser un país africano para ser un actor europeo.

Con la paz entre Egipto e Israel, los problemas no han terminado. Hace tres años, el general Al-Sisi emprendió una ampliación (y desdoblamiento parcial) del canal que debería permitir doblar los ingresos en pocos años y aumentar su valor geopolítico. Pero la ampliación agravará los retos ecológicos que plantea la invasión de más de 400 especies procedentes del mar Rojo y ajenas al Mediterráneo. Y no resolverá el desafío del cambio climático que afectará Egipto, y que constituye una oportunidad para las navieras de alcanzar Rotterdam, desde Japón, pasando por el Ártico, en la mitad del tiempo que requiere tomar la ruta de Suez. El canal ya no compite solo con la ruta que abrió Vasco de Gama, sino con la complejidad del mundo de hoy.

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