El futuro de la alianza militar
Macron apuntilla a la OTAN
Francia ya se ve, con su afán protagonista, como el único miembro del club con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, con derecho de veto y con un arsenal nuclear
Jesús A. Núñez Villaverde
Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).
Jesús A. Núñez Villaverde
Con 70 años a sus espaldas, la OTAN ya se encaminaba quejumbrosa hacia la cumbre que albergará Londres los próximos días 3 y 4 de diciembre. Y por si no fueran suficientes los achaques que presenta a estas alturas, las recientes declaraciones a 'The Economist' del presidente francés, Emmanuel Macron, acaban de darle la puntilla al proclamar su “muerte cerebral”.
No es, desde luego, la primera vez que se cuestiona su vigencia. Basta con recordar cómo, tras la implosión de la URSS (1991) y el desmantelamiento del Pacto de Varsovia, ya hubo voces muy claras reclamando la necesidad de poner fin a una organización que en su esencia se había creado para tener a EEUU dentro, a Alemania debajo y a la URSS fuera. Parecía llegado el punto de agradecerle los servicios prestados como paraguas de seguridad bajo el que se han cobijado la mayor parte de los países europeos occidentales, lo que permitió a muchos de ellos concentrarse más en su desarrollo, contando con que Washington velaba por su seguridad. Pero esa cara tenía también su cruz, puesto que aceptar ese esquema ha supuesto prolongar una minoría de edad europea que ahora pasa factura.
Permanente huida hacia delante
Sin embargo, lejos de ponerle fin, lo que hemos vivido desde entonces ha sido una permanente huida hacia delante de la alianza, que incluye la entrada de nuevos socios (buscando la protección contra Moscú) y su reconversión en organización de seguridad global (asumiendo un protagonismo desproporcionado en la “guerra contra el terror”). Al margen de las disensiones internasdisensiones internas entre sus 29 miembros (marcadas sobre todo por la persistencia de anacrónicos resabios nacionalistas y la fractura entre europeístas y atlantistas), visto desde la Unión Europea, lo más destacado de este proceso es entender que, por comodidad de unos y falta de ambición de otros, hoy estamos escasamente dotados para hacer frente a las amenazas y riesgos que nos afectan y aún seguimos subordinados a un aliado cada vez más reacio a asumir la parte de la carga que le corresponde (Trump ha calificado a la Alianza de obsoleta, olvidando los beneficios que le ha reportado a Washington durante décadas).
El hecho es que ni siquiera Macron se ha atrevido a salirse de ese marco. Por mucho que pueda desear una Europa de la defensa con verdadera autonomía estratégica, no se ha desmarcado del habitual estribillo que repite insistentemente que todo lo que se haga en la Unión es complementario (no alternativo) a la OTAN. Y probablemente lo haya planteado así porque, por un lado, es consciente de las carencias europeas en materia de defensa y, más aún, de que ningún país en solitario puede superar los desafíos y amenazas actuales. A eso se añade que, sin Gran Bretaña, las capacidades del conjunto disminuyen (de ahí su afán por contar desde su arranque con Londres en la Iniciativa Europea de Intervención). En definitiva, dado que ni el camino recorrido hasta aquí -con la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) y la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO)- ni el repunte nacionalista de estos últimos años permiten imaginar que, a corto plazo, la Unión pueda contar con una capacidad de defensa autónoma, Macron también asume que no hay más remedio que seguir contando con la OTAN por un tiempo.
El afán protagonista de Francia
Llegados a ese punto, con una OTAN que tiene más pasado que futuro, también cabe preguntarse por las razones que han animado a Macron a remover unas aguas tan turbulentas. Y, una vez más, lo que destaca es el afán protagonista que caracteriza a una Francia que ya se ve como el único miembro del club con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, con derecho de veto y con un arsenal nuclear. Una Francia que, como ya ha ocurrido en algunas de sus recientes intervenciones en el Sahel, se lanza a tomar decisiones por separado (lo mismo que achaca a otros como Turquía), sin esforzarse en lograr consensos comunitarios más sólidos. Y por eso tampoco extraña que se haya encontrado de inmediato con la reacción de Alemania (la propia Angela Merkel ha calificado las declaraciones de Macron como “intempestivas” y su ministro de Exteriores ha vuelto a insistir en la plena vigencia de la OTAN). Problemas de familia, con un miembro queriendo potenciar su poder nacional a través del reforzamiento de la Unión y con otro todavía calibrando si deja atrás sus complejos históricos y se atreve a poner su poder económico al mismo nivel del político.
A los demás tan solo nos queda envidiar a los países de la Unión que tienen dirigentes con visión estratégica.
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