TRIBUNA

La discriminación laboral por edad. ¿Tener más de 45 años es un problema?

Cola del paro en una oficina de empleo en Badalona.

Cola del paro en una oficina de empleo en Badalona. / AG/DH

José María Torres

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La discriminación por edad es la más frecuente en las empresas y organizaciones por encima de la de género, cultura o raza. El edadismo se basa en tópicos que consideran que el envejecimiento supone un deterioro de las capacidades de las personas, aconsejando su retiro de la vida activa. Más de la mitad de sus currículos son descartados por los reclutadores por prejuicios como competencias desfasadas o dificultades para encajar en plantillas jóvenes.

De los tres millones de parados que hay en nuestro país, un millón y medio son mayores de 45 años y tienen enormes dificultades para volver a encontrar trabajo. ¿Debemos despreciarlos, despojarlos de su autoestima y condenarlos a la muerte civil? Mientras nuestra sociedad envejece a pasos agigantados se desprecia a los trabajadores maduros. En España los mayores de 50 ya son el doble que los menores de 18, lo que puede hacer inviable el relevo generacional que hasta hace poco se daba de forma natural en las empresas. En el nuevo horizonte laboral el trabajador sénior será imprescindible.

Tener más de 45 años no debe ser una barrera para su contratación. Se debe valorar su experiencia y conocimientos acumulados, tanto en el ámbito laboral como en el personal.

Las personas con la edad no pierden la motivación, ni la capacidad de trabajo, ni la de adaptación al cambio. Atesoran compromiso y ganas de seguir creciendo. Es necesario revindicar su valor para las empresas y la sociedad. Empecemos por reconocer que sus actitudes y aptitudes son muy necesarias. Responsabilidad, experiencia, red de contactos, madurez o equilibrio emocional son valores que no deben cotizar a la baja en la sociedad.

Debemos resistirnos a que las personas mayores se las condene a la invisibilidad y a ser consideradas productos caducados. Resistirnos a aceptar que los mayores de 45 años tengan que enfrentarse a un mercado laboral hostil, que les dice que su tiempo ya pasó e intenta desanimarlos haciéndoles sentir menos válidos de lo que son. No convirtamos su talento en algo invisible sino en algo productivo.

Es necesario iniciar un movimiento social transformador que no solo asocie valor a juventud. Un movimiento en el que las empresas tienen un rol principal e imprescindible en la integración laboral, a través de modelos de diversidad e inclusión que focalicen su atención en el talento y en la dignidad. Empresas que no discriminen laboralmente a los desempleados de más edad, porque además de ser un gran contrasentido demográfico pone en peligro nuestro Estado del bienestar. 

La Administración también debe jugar un papel importante con la implementación de políticas activas de empleo que empoderen a los desempleados de mayor edad, con formación y recursos que les permitan actualizar sus competencias, convirtiendo su experiencia en valor añadido. Políticas que ayuden a compensar la falta de relevo generacional y que permitan garantizar la sostenibilidad de nuestro sistema. Dejemos de vivir con los prejuicios del siglo pasado en el que se decidió que éramos viejos a los 65 años. España es el segundo país más longevo de la tierra, con una esperanza de vida de 83 años y según algunos estudios en el 2040 con 85,8 años puede convertirse en el primero.

La visión del sénior debe considerarse imprescindible, una visión y una forma de entender el trabajo mucho más amplia que la que aportan los que llevan menos tiempo en el mercado laboral. Comencemos a derribar viejos estereotipos abandonando prácticas discriminatorias ante generaciones que todavía pueden ser grandes protagonistas.

La supervivencia de nuestra economía dependerá cada vez más de los equipos multigeneracionales porque las diferencias suman. Empecemos por no considerar al sénior sospechoso de estar obsoleto y de ser incapaz de aprender o innovar porque es falso y es una clara discriminación. La gestión de este talento debe ser el nuevo desafío en la gestión de personas, y en este punto las empresas tienen la llave de su integración y de que la discriminación por edad tienda a desaparecer. 

*José María Torres es empresario y patrón de la Fundación PIMEC.