Micromachismos
Prendas misóginas
El modelo de mujer que se nos propone desde los 'media' ya no es el de florero sexi, pero sigue vistiendo para lucir, no para trabajar
Los platós de televisión son lugares inhóspitos. Enormes cajas vacías, el suelo está lleno de trampas (un cable aquí, un desnivel allá), el espacio útil es, en realidad, solo una mancha decorada con desconchados que no se ven en la pantalla, y en ellos hace frío. Mucho frío.
Este comentario, naturalmente, lo solemos hacer las mujeres que los pisamos; a los hombres rara vez les he oído nada al respecto. Porque la ropa que llevan, en un registro formal o semiformal, conlleva una americana y una camisa de manga larga. En cambio, presentadoras e invitadas visten vestidos o blusas finas de tirantes a una temperatura glacial, incluso en invierno, porque los equipos electrónicos no se llevan bien con el calor; y el aire acondicionado no afloja nunca.
Lenguaje de símbolos
La moda es un lenguaje de símbolos que tenemos tan interiorizados que ni siquiera los cuestionamos. Nada menos natural -aunque nos parezca que lo es- que un hombre almacene sus pertenencias en los bolsillos del pantalón, mientras en la gran mayoría de vestidos y pantalones de mujer estos sean, a lo sumo, poco más que ornamentales. Que creamos que los abrigos con manga tres cuartos protegen del frío. Que pensemos que los bolsos sin asas tienen sentido fuera de Instagram. Porque en ese subtexto es donde se juega la partida: el modelo de mujer que se nos propone desde los 'media' ya no es el de florero sexi, pero sigue vistiendo para lucir, no para trabajar.
La imagen pública de las mujeres se construye sobre un vestuario profesional con soterradas -pero muy reales- restricciones funcionales, aunque, por suerte, ya no se oigan aquellas noticias sobre azafatas o enfermeras que tenían que ir a la huelga o al juzgado para poder llevar pantalones. Pero en estas aún sale algún tonto a quejarse de la ola de puritanismo que al parecer nos tiene oprimidas a las mujeres. No sé a ustedes, pero a mí lo que de verdad me oprime los pies son los tacones, y las dimensiones del escote me las marca otra ola bien distinta: la de frío.
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