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El silencio de Bill Evans

El pianista de jazz Bill Evans

El pianista de jazz Bill Evans / periodico

Jordi Puntí

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Las novelas de jazz son, sobre todo, novelas sobre músicos de jazz. Con su tendencia a la abstracción, la música no se deja reducir fácilmente en palabras. El músico de jazz, en cambio, ha mostrado tradicionalmente una atracción por el lado oscuro que parece traducir las contorsiones y repliegues de lo que toca. La vida y la música se mezclan de forma inseparable y peligrosa. “Esto lo estoy tocando mañana”, decía el protagonista de 'El perseguidor', de Julio Cortázar, ese relato sobre un saxofonista arrastrado por las adicciones.

La música de Bill Evans está poco presente en el libro 'Intervalo', de Owen Martell, domina más su silencio, pero queda tan bien plasmado que lo reencontramos luego en su piano

La novela 'Intervalo', del escritor galés Owen Martell, que publica Entreamobs4 (en traducción de Júlia Ibarz), también se abre con una cita dislocada de Miles Davis: “No toques lo que está, toca lo que no está”. Lo que no está, en este caso, acaba siendo el silencio de Bill Evans, uno de los pianistas más influyentes del jazz del siglo XX. Esta es la historia: en verano de 1961, Bill Evans había consolidado un trío fabuloso, junto con el batería Paul Motian y el contrabajo Scott LaFaro. Habían grabado un disco, con éxito, y acababan de realizar una serie de conciertos en el Village Vanguard, de Nueva York, en los que conseguían un sonido distinto, como una versión más íntima del bebop. Bill Evans era un pianista introvertido, y el contrabajo de Scott LaFaro era todo lo contrario: dinámico, casi violento, su estilo se equilibraba muy bien con la timidez aparente del piano.

Trágicamente, diez días después de aquel concierto Scott LaFaro murió en un accidente de coche. Solo tenía 25 años. 'Intervalo' quiere narrar lo que vivió Bill Evans tras esa pérdida brutal. Abatido y adicto a la heroína, desapareció del mundo medio año para hacer el duelo por su amigo. El mutis del pianista, su intento de poner una distancia física y mental con todo, es descrito por Owen Martell con una prosa calmada, que explora su pasado familiar y obtiene momentos de una precisión alucinada, casi hipersensible. La música de Bill Evans está poco presente en el libro, domina más su silencio, pero queda tan bien plasmado que lo reencontramos luego en su piano. Y le hacemos el homenaje de escucharlo de nuevo, como si fuera nuevo.

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