Negociaciones para la investidura

Chantajes no, gracias

El PSOE, lejos de actuar con la modestia apropiada para conseguir los apoyos necesarios, ha empezado con los chantajes, las presiones y la arrogancia

Adriana Lastra y Gabriel Rufián, durante la reunión que mantuvieron en julio.

Adriana Lastra y Gabriel Rufián, durante la reunión que mantuvieron en julio. / periodico

Andreu Pujol Mas

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PSOE y Podemos han acordado en dos días lo que les había resultado imposible durante más de medio año. Entremedias ha sido necesaria una absurda convocatoria de elecciones, una campaña electoral que podría haberse evitado y la pérdida de diez escaños entre ambos. Esto sin olvidar la segunda oportunidad que dieron a la extrema derecha que, en medio del desbarajuste y el desgobierno, ha ganado 28 diputados y se ha convertido en tercera fuerza a nivel estatal. Un pin y una palmada en la espalda a los genios que decidieron ir a elecciones, mirándose unas encuestas que han ido invirtiéndose a medida que pasaban las semanas. Un aplauso y una medalla para Sánchez, que se ha pasado meses con la exigencia de un "gobierno fuerte" y ha vuelto mermado y trasquilado. Por eso ahora hay, de repente, tanta prisa para repartirse los ministerios y formar coalición con aquellos "inexpertos" que no le dejarían "dormir tranquilo".

Presiones y arrogancia

Si ya no bastaba con los escaños de Sánchez e Iglesias anteriores a la convocatoria de elecciones, su acuerdo es aún más insuficiente ahora que han perdido hasta la camisa. Les convendría humildad, reconocer errores, bajar un poco la cabeza y pedir perdón. Sentarse en una mesa y preguntar cuáles son las condiciones para los apoyos que necesitan es el mínimo exigible. Lejos de actuar con esta modestia, que sería la apropiada, ya empezamos con los chantajes, las presiones y la arrogancia. Decía Miquel Iceta que "quien vote 'no' a la propuesta de Sánchez estará votando con Vox", haciendo una interpretación maniquea de la realidad que no augura muy buena predisposición al diálogo.

Sobre el papel, Podemos debería facilitar el entendimiento entre unos y otros. Jaume Asens decía en su espot de campaña que "el diálogo requiere de la libertad de los líderes políticos y sociales" y llegó a afirmar en un mitin que "la libertad de los presos estará más cerca con un gran resultado de En Comú Podem y Unidas Podemos”. El mensaje les ha permitido revalidar sus siete escaños catalanes pero, de momento, sus técnicas de persuasión no difieren mucho de las de Iceta. Jéssica Albiach, portavoz de los 'comuns' en el Parlament de Catalunya, ha exigido a ERC un apoyo gratuito porque, argumenta, se "haría difícil de entender que un partido que se dice de izquierdas no apoyara la investidura".

En resumen: que si no les das lo que quieren es que no eres de izquierdas y que eres de Vox. Si este tipo de extorsiones ya deberían ser intolerables 'per se' -porque suponen un desprecio a la voluntad de aquellos que han depositado la confianza en otro partido-, esta vez ni siquiera tienen coartada: está vivo el recuerdo de la mano tendida de Rufián mientras unos y otros se peleaban hasta llegar a la fecha límite. Si a los socialistas les preocupaba tanto Vox, que no hubieran forzado unos nuevos comicios empujados irresponsablemente por la avidez. Si los 'comuns' consideraban que no se podía ser de izquierdas sin regalar la investidura, lo podían haber hecho a la primera.