Análisis
La advertencia del presidente de Seat
Corremos el riesgo de que, acostumbrados a una vida pública cargada de griterío, amenazas y exabruptos, una alerta seria y sensata pueda olvidarse en pocos días
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
Estos días ha sido noticia destacada las declaraciones del presidente de Seat, Luca de MeoSeat Luca de Meo, advirtiendo de cómo los disturbios deterioran la imagen de Catalunya, en concreto su capacidad de atraer inversión. Unas advertencias que deberíamos tomarnos muy en serio por diversas razones.
Así, por la propia dimensión y trascendencia de Seat, la primera empresa industrial del país, con cerca de 15.000 trabajadores directos, que pueden llegar a 100.000 si incorporamos el empleo indirecto e inducido. Además, su centro tecnológico es el único de España, y de los pocos europeos, que posee la experiencia y tecnología para el desarrollo integral de un nuevo vehículo. Una referencia en el I+D que ocupa a 900 personas, la mayoría de ellas con titulación media o superior.
Por lo que a su presidente se refiere, su voz merece ser escuchada. Bajo su mandato, Seat ha consolidado la planta de Martorell, convirtiéndose en una pieza básica del Grupo Volkswagen. Además, Luca de Meo ha arraigado en la sociedad catalana, desde su personalidad industrial, sensata y discreta.
Por ello hay que considerar atentamente unas declaraciones cargadas de su tradicional mesura, aquella que supo mantener incluso cuando los alborotos de hace unas semanas forzaron el cierre de la planta, dejando de producir 3.500 vehículos.
Más allá de su preocupación por las consecuencias de los disturbios, resulta muy interesante atender sus inquietudes acerca del futuro inmediato de un sector en transformación acelerada. Así, las empresas automovilísticas deberán abordar, en los próximos años, enormes inversiones para hacer frente a un triple e inevitable reto: las nuevas normativas para frenar las emisiones contaminantes; la transición al vehículo eléctrico; y la previsible menor demanda.
En un mercado tan global, con plantas repartidas por todo el mundo y con una tendencia a la concentración de marcas automovilísticas, como la reciente entre los grupos Fiat Chrysler y PSA, todo apunta a la reducción en el número de centros de producción.
Ante este escenario, del acierto de las Administraciones Públicas dependerá, en muy buena medida, el mantener la industria automovilística. No es de esperar que plantas de producción cierren de hoy para mañana, pero sí que aquellas que no se incorporen al nuevo marco competitivo vayan languideciendo.
Lamentablemente, hace ya años que la política catalana ha desatendido el “gobierno de las cosas”, entre ellas la política industrial, para volcar todas las energías en el 'procés'. Pero además, y lo más preocupante, las máximas autoridades del país toleran, cuando no estimulan, esos disturbios que tanto inquietan al presidente de Seat y a cualquier empresario sensato, sea cual sea su orientación política.
El peligro reside en que, acostumbrados a una vida pública cargada de griterío, amenazas y exabruptos, una advertencia seria y sensata pueda olvidarse en pocos días. Cosa que, por lo que vamos viendo, ya ha sucedido.
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