Movilizaciones en Catalunya

No es tsunami, es contra ERC

Esto no va de independencia ahora o nunca o de independencia sí o no. Es un minitsunami contra ERC diseñado para romper un espinazo argumental que ha mantenido con una coherencia insólita en la historia del partido

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Xavier Bru de Sala

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Ahora que las expectativas de distensión real son sorprendentemente mejores que las posteriores a las elecciones de abril, las mentes rectoras del Tsunami Democràtic se encuentran, como los CDR, en una posición política y psicológica peor de la que se esperaban. El gris no es el rosa, pero pasar del negro al gris es sin duda mejor que tenerse que instalar en el negro y encima sufrir cómo se embetuna. La política traza eses y carambolas extrañas. Quién iba a decirles a los cachorros y los no tan cachorros del pujolismo que los herederos de sus herederos se fotografiarían como héroes de cómic casero en el corte de la autopista. Quién le iba a decir a Pablo Iglesias que la subida de Vox precipitaría a Pedro Sánchez en sus brazos por el temor irracional del PP a desplazarse un poco más hacia el centro.

Que la palabra 'tsunami' no se corresponde ni de lejos con los hechos del aeropuerto ni con los de la autopista debería ser evidente para cualquiera que no caiga en la seducción del narcisismo independentista. Los tsunamis cambian el paisaje, por lo que una vez ha pasado ya no se reconoce. Por devastación si la ola gigantesca proviene de la naturaleza. A través de un revolcón en las urnas, convendría suponer, si el tsunami es democrático. Pues bien, en el campo independentista, todo el cambio que el simulacro de tsunami ha propiciado, en estrecha complicidad con los CDR, es una leve erosión de ERC y una mínima alza de JxCat, que se habría salvado de la picota gracias al doble juego de ponerse delante y detrás de las porras así como a la desdibujada campaña de la CUP. Campaña de perfil insignificante que parecía urdida para favorecer a los posconvergentes o, en todo caso, ayudarles a 'desenmascarar' a ERC mientras consolidan las propias máscaras.

Indignación manipulada

Que la CUP ejerza de submarino de JxCat contra Esquerra no debería extrañar a nadie. El coste de este mínimo cambio ha sido enorme en el conjunto del independentismo, ya que la violencia en las calles ha echado atrás, hacia la abstención, a muchos electores que habrían votado por esta opción como protesta por la sentencia. Es decir, que el tsunami y los CDR han contribuido a desinflar las urnas de la causa que defienden a cambio de un diputado más, solo uno, para JxCat. Es el triste resultado del negocio de la indignación real manipulada por la impostada.

Digámoslo claro: esto no es un tsunami. Esto no va de independencia ahora o nunca o de independencia sí o no. Esto no va de recuperar la hegemonía, o de no perderla, por parte de los que se creen depositarios, por no decir eternos propietarios, de la presidencia de la Generalitat. Es un minitsunami contra ERC. No contra el posibilismo adaptativo, que buena parte de JxCat comparte con ERC, sino diseñado para romper el espinazo argumental que ERC ha mantenido con una coherencia insólita en la historia del partido.

A partir de ahora, tras el abrazo Sánchez-Iglesias y el giro de perspectivas y expectativas que conlleva, y hasta la extinción del tsunami y las acciones disruptivas de los CDR, toda acción en la calle deberá ser interpretada, sí o sí, como un acto de campaña de JxCat y la CUP contra Esquerra. En España, se acabó la campaña electoral, en Catalunya apenas ha comenzado. La del 10-N solo era un preámbulo, un laboratorio de ensayo de cara a las autonómicas. La gran prueba es que las mismas o similares acciones en la vía pública han pasado en un suspiro de ser magnificadas a casi ignoradas por los medios de Madrid.

La estrategia de ERC

Casi se vislumbran 'el pas i la clariana', tan difíciles en la adversidad, que Vicens Vives proponía hallar en circunstancias más duras que las presentes. No para que la voluntad de los catalanes pueda ser consultada de manera legal, pero sí para que el número de presos disminuya y afloje la intensidad de la represión. Lo segundo ya lo estamos viendo. No tardaremos en constatar lo primero, en forma de permisos penitenciarios o de asunción de sentencias europeas. Todo a condición de que el independentismo no haga fracasar la investidura de Pedro Sánchez. La decisión es de ERC. El PP no ha sido suficientemente valiente, ni lo suficientemente inteligente como para jugársela contra Vox mediante un apoyo a Sánchez. Pero a diferencia del PP, o del PSOE, que limitan su inteligencia política a posicionarse sobre el tablero según las circunstancias, ERC dispone de una estrategia: desactivar la represión; reeditar pactos hacia la izquierda; y aprovechar en su caso la frustración de las expectativas de salida real del conflicto para conseguir una mayoría incontestable en las urnas.