Oficio discreto

Se habla poco de los traductores

Los traductores hacen literatura. La hacen, además, en el punto más importante: aquel que marca no solo qué leemos si no cómo lo leemos.

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Isabel Sucunza

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Si estos días habéis visitado cualquier librería, aunque simplemente hayáis llegado a la mesa de novedades (que suele estar ubicada bien a la entrada), es más que probable que hayáis visto cuatro libros de Dolors Udina, un par de Jordi Martín Lloret, uno de Inga Pellisa, un par de buenos tochos de Valèria Gaillard, dos más de Marta Pera… Que todos estos nombres no os suenen (cosa probable) es porque o bien no salen a las cubiertas de los libros, o bien, en el caso de salir, lo hacen con letra pequeña. Son los nombres de los traductores.

Traductor es quien traduce, pero traductor también es quien hace posible que nos sentemos tranquilamente a disfrutar, sin tener que hacer ningún esfuerzo de comprensión del idioma, de un libro que igual no habríamos podido leer nunca de no haber sido por su trabajo. El traductor también es quien, a veces, descuelga el teléfono y llama a un editor para decirle que acaba de descubrir un autor ruso, alemán, chino, noruego, que le ha dejado alucinado, que no entiende cómo nunca se ha publicado aquí, que cree que encajaría perfectamente en el catálogo de su editorial y que, si quiere, él mismo lo podría traducir. Hay más libros que llegan a publicarse por esta vía de los que os imagináis.

Traductor también es quien plantea si 'La metamorfosis', de Kafka, no debería titularse mejor 'La transformación', y con solo este cambio sutil, en apariencia, y las razones que le atribuye, consigue que una nueva generación de lectores aborden un clásico con nuevos matices que, a lo mejor, no se habían discutido hasta la fecha.

Los traductores hacen literatura. La hacen, además, en el punto más importante: aquel que marca no solo qué leemos si no cómo lo leemos.

(Dolors Udina ha traducido a Jeanette Witnerson, Jane Rhys, Alice Munro y Ali Smith; Jordi Martín, a Boris Vian y Delphine de Viga; Inga Pellisa, a Sally Rooney; Valèria Gaillard, a Proust; y Marta Pera, a Sylvia Plath.)