Recuerdos a patadas

Que la crisis económica iba en serio lo tuve claro a principios del 2009. Poco antes de la noche de Reyes vi, pegado en la marquesina de un autobús, un papel con una foto de Mickey Mouse abrazando a una familia. Debajo de la foto, esas barbas extraíbles donde lampistas o pintores (o detectives, en las novelas) suelen anotar teléfonos de contacto para ofrecer sus servicios. Sobre la imagen, un mensaje: “¿No puedes ir a Disneylandia? No le niegues el recuerdo a tus hijos”. Llamé y la empresa en cuestión ofrecía lo siguiente: enviabas una fotografía de tu familia y ellos, haciendo uso del Photoshop, añadían personajes de Disney y el convincente paisaje del parque temático. Quizás la recesión te negara la posibilidad de pagar el viaje, pero, si tus niños eran lo suficientemente pequeños, siempre podías engañarlos en el futuro enseñándoles la fotografía. 

Explico esto en la mesa de un restaurante de Bilbao, después de la charla a la que el Athletic me ha invitado en el marco de Letras y fútbol, el festival cultural auspiciado por esta maravillosa fundación que entiende que el fútbol es una especie de esperanto emocional mediante el que se habla de relatos simbólicos, primeras epifanías, de autoestima (íntima o nacional), de miseria, de euforia y, sobre todo, de justicia poética. De literatura, en definitiva.

José Roberto Torero tiene un libro precioso, 'Una historia de fútbol', que ficciona la primera infancia de Pelé 

Si enarbolo la anécdota de la agencia de recuerdos falsos es porque José Roberto Torero, otro de los ponentes, explica que él fue a Disneylandia con 17 años, pero que sus hermanos, un año mayores, le dicen una y otra vez que jamás fue. Este autor brasileño tiene un libro precioso, 'Una historia de fútbol', que ficciona la primera infancia de Pelé: el niño de su cuento le promete a su padre que algún día ganará la copa del mundo. Por lo visto, el astro del balón y la viagra leyó el relato, se emocionó y procedió a incluir esta ficción en su biografía. Es decir, ahora cuando repasa su infancia real incluye diálogos y escenas escritas por Torero. Uno no siempre cena con el guionista de la infancia de O rei.

Galder Reguera, programador del ciclo y estupendo escritor, explica entonces la historia del peine de un jugador: corría la leyenda de que, después de un regate, se había peinado y lo había guardado en un bolsillo del pantalón. En realidad, había pasado la mano por su pelo y había enjugado el sudor en el pantalón, pero acabó por convertir la leyenda (inventada) del peine en uno de sus mayores logros deportivos.

Juan Pablo Villalobos, que de mitos sabe un rato (se crió rodeado de libros de filosofía y de extraterrestres), sube la apuesta. La nostalgia, con su fotogenia de recuerdos a veces fabulados, es más que tóxica e incluso ha espoleado el ascenso de la ultraderecha, que siempre reivindica pasados tan inventados como dorados.

Es posible que nuestros recuerdos infantiles sean ficciones que inventamos de adultos cuando repasamos las fotos. O nuestros Panini. O cuando, como siempre sucede en este festival bilbaíno, nos ponemos a hablar de futbolistas de élite, pero acabamos hablando de nuestros (algunos) logros y (muchos) fracasos. La clave, lo que diferencia a un memo populista dedicado a la política de una persona honesta que negocia como puede con su pasado, es hablar más de lo segundo. “Perder a lo Atlas”, dice Villalobos, fan de este equipo mexicano que tiende a no ganar de una forma casi épica.