Retos del futuro Gobierno

El punto nueve

El pacto PSOE-UP puede ser compatible con una aproximación inteligente al conflicto catalán

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Anna Cristeto

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Pedro Sánchez y Pablo Iglesias rubricaron este martes en tiempo récord lo que no lograron en meses: un preacuerdo para un Gobierno de coalición progresista que acabe con el bloqueo en el que está sumida la política española. Era seguramente la única opción para ambos y un comienzo al que habrá que sumar necesariamente a otros partidos, una tarea no exenta de dificultades. Quizá ahora todos tengan mayor conciencia del hartazgo de la ciudadanía y del riesgo de mantener por más tiempo la embarcación a merced del oleaje de una extrema derecha que ha sido la verdadera triunfadora de la repetición electoral.

Del documento de 10 puntos que sellaron en el Congreso, entre agradecimientos de generosidad, hay un punto tan relevante como delicado: el número nueve, Catalunya. El conflicto político, por buena disposición que se tenga, será la prueba de fuego del tándem PSOE-UP y su gestión requerirá de un trabajo fino de orfebrería. En las negociaciones de verano, Iglesias se ofreció a poner por escrito su lealtad ante esta cuestión tan sensible y asumir la estrategia socialista. Pero no se fiaron. Ahora, tras el 10-N y la sentencia del ‘procés’, han consensuado garantizar la convivencia, fomentar el diálogo y buscar fórmulas de entendimiento y encuentro dentro de la Constitución.

El independentismo lo considera insuficiente. No obstante, una parte del mundo soberanista reconoce en privado que un Ejecutivo progresista será el más proclive al diálogo, aunque sea dentro de la ley. Según sondeos del Gesop, los ciudadanos creen que el PSOE de Sánchez es el partido que mejor puede gestionar el conflicto catalán, seguido a distancia de Pablo Iglesias. Su alianza, aunque parten de posiciones alejadas sobre Catalunya, no tiene por qué ser incompatible con una aproximación inteligente al asunto territorial.

En campaña, Sánchez endureció su tono con el independentismo y en reiteradas ocasiones lo calificó de proceso naufragado. Pero la aritmética que deja el 10-N es compleja. Un acercamiento a Cs se antoja improbable, de manera que lograr la investidura pasa por conseguir al menos la abstención de ERC en segunda votación.

Los republicanos mostraron su disposición en julio y ayer escribieron su carta a los Reyes al pedir una mesa de negociación política. Su posición es un «'no' de entrada» que puede mutar si perciben gestos. Volver al acuerdo de Pedralbes es como soñar despierto en este momento, pero ERC exigirá al menos alguna concreción –no solo promesas de diálogo– que permita explicar a sus bases una hipotética abstención. Celebran congreso antes de Navidad y deberán justificar cualquier decisión. En el seno de la formación también existe cierto consenso en torno a la necesidad de retomar las conversaciones con Madrid, pero JxCat tratará de dinamitar cualquier sombra de acuerdo. Desde el PSOE recuerdan que los republicanos tendrán que justificar un 'no' que les sitúe junto a Vox o PP. Sin duda el marco negociador es estrecho, mucho más tras las repetición electoral.