Relaciones internacionales

Reagan y Gorbachov se tocaban

La política es un deporte de contacto, frente a la obsesión actual por jugarlo a distancia

Mikhail Gorbachev y Ronald Reagan sellan el acuerdo nuclear.

Mikhail Gorbachev y Ronald Reagan sellan el acuerdo nuclear. / periodico

Matías Vallés

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Ronald Reagan disfrutó de su segundo mandato en la Casa Blanca viendo películas de dibujos animados por televisión, en los aledaños de los estragos que le causaría el alzhéimer. Sin embargo, seguía siendo capaz de memorizar un papel, como el actor consumado que estuvo a punto de interpretar a Rick en 'Casablanca', una designación que hubiera sido más dañina para la historia que su carrera política.

El presidente estadounidense interpretó a la perfección su papel de interlocutor de Mijaíl Gorbachov. De hecho, la fotografía que los recoge en la cumbre ginebrina de noviembre de 1985 es un poco embarazosa. No por la distancia, sino por la proximidad. Gorbachov y Reagan se tienden más que se sientan en un sofá rojo que aumenta la temperatura. No sorprende el esfuerzo necesario para juntarlos, sino para separarlos. Parecen a punto de protagonizar una escena de amor, si no estuvieran rodeados por una docena de sherpas de la cumbre como en un rodaje hollywoodiense. Se tocan insinuadores, se agasajan zalameros, intercambian células epidérmicas. Aquellos encuentros que Trump desea anular, y que el presidente de la todavía Unión Soviética prolongaría con Bush padre, retrasaron tres décadas el holocausto nuclear que la serie 'Chernobyl' ha reverdecidoChernobyl a cámara lenta.

Los presidentes soviético y estadounidense se tocaron, de nuevo literalmente, en una cumbre en alta mar. Esta transacción química no se limitaba a la cortesía, resultó providencial para la paz planetaria. Gorbachov resuelve en sus memorias la actitud que compartieron con Bush padre ante la inminente caída del Muro de Berlín. Decidieron no intervenir, así de simple, ante la evidencia compartida de que cualquier medida coercitiva hubiera desatado un baño de sangre. Pocas veces un estadista habrá desaprovechado la oportunidad de inventarse un papel decisivo, en un acontecimiento de tal calado. Y cada uno cumplió con su parte porque antes se habían tocado. La política es un deporte de contacto, frente a la obsesión actual por jugarlo a distancia.