El pacto

La salida del laberinto

Sánchez e Iglesias, antes de la firma del preacuerdo.

Sánchez e Iglesias, antes de la firma del preacuerdo. / periodico

Emma Riverola

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De repente, un acuerdo. Y queda la duda de decantarse por la alegría de los regalos inesperados o por el cabreo de las bromas de mal gusto. ¿Para esto una repetición electoral, un país paralizado y una plataforma mediática de lujo para Vox? O todo estaba maquinado para cerrar el acuerdo después de la sentencia del ‘procés’ (demasiado cinismo me parece, incluso para nuestro dúo Pimpinela) o a Sánchez e Iglesias les faltaba una ración extra de responsabilidad.

Nunca es tarde si la dicha es buena, pero va a costar que el votante de izquierdas se libre del regusto amargo del fracaso. Desde abril, el cómputo de daños y beneficios (cada cual rellenará la columna a voluntad) queda: Ciudadanos en la UCI, la ultraderecha con el saco rebosante de votos del descontento, la izquierda un poco más fracturada y herida, Sánchez e Iglesias cada vez con menos lustre, un PP más sólido pero anodino y una Catalunya difícil de entender, también para los propios catalanes.

De repente, un acuerdo. Entre la alegría y el cabreo, todo habrá valido la pena si la agenda social marca la salida del devastador laberinto identitario.