Tras el 10-N

Más vale pájaro en mano que...

Sánchez se equivocó al repetir elecciones, pero las ha vuelto a ganar y con unas pérdidas mínimas

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Joan Tapia

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Pedro Sánchez ha fallado porque en la repetición electoral, de la que esperaba una mayoría más cómoda, ha perdido tres diputados y la gobernabilidad es más difícil. Pero también ha ganado porque, pese a su errónea decisión y una muy mala campaña, ha vuelto a ganar de forma clara y ha perdido menos de un 1% de su porcentaje de votos. 

¿Qué le ha pasado? Pues que ha olvidado una de las reglas más viejas del mundo: más vale pájaro en mano que ciento volando. La principal causa de la repetición no ha sido la soberbia. Quizá sí análisis sectarios, pero creo que la razón principal fue que Sánchez –¿demasiado confiado en sus pasados éxitos?– quería para España un papel de primer orden a la hora de discutir con los Gobiernos de Merkel y de Macron los graves problemas –economía, inmigración, desigualdades– de Europa. Los nuestros. Y la coalición con Podemos –que debe digerir Venezuela, Bolivia y Grecia– no ayudaba.

Una apuesta aventurada

Más vale pájaro en mano. La repetición electoral fue una apuesta aventurada. Porque los españoles están cansados de cuatro años de constante inestabilidad. Porque Sánchez no ganó a Iglesias la batalla sobre la culpabilidad del fracaso de las negociaciones entre ambos. Y porque la sentencia del Supremo iba a radicalizar a una parte de Catalunya y a otra de España y en este marco el mensaje conciliador de Sánchez se podía estrellar contra el mucho ruido de los maximalismos. 

El tan criticado 'pacto Frankenstein'
-una cierta complicidad con ERC avalada por el PNV- es muy espinoso, pero puede ser la única salida posible

Por eso Sánchez se ha equivocado y ha fracasado. Pero cuidado, porque ha vuelto a ganar las elecciones –pese a sus fallos y rigideces y con una mala campaña– perdiendo solo tres escaños y menos del 1% del porcentaje de voto. Es también un éxito. ¿Cuáles son las causas? Los electores han responsabilizado más la actitud obstruccionista de Rivera, que ha pasado de 57 a 10 escaños, y el dogmatismo de Iglesias, que ha perdido un 2% de los votos y siete escaños, que al error de Sánchez.

También a que el PSOE, aparte del valor de sus siglas, encaja mejor que el PP la sintonía con el espíritu de centroizquierda moderado (los electores le sitúan en el 4,5 en una escala de 1 a 10, cerca del 4,7 que es la media del cuerpo electoral) mientras que al PP se le coloca más lejos de las zonas templadas, por encima del 7 e incluso del 8 y no se esfuerza en corregir ese mal dato. Y pese a todas las críticas, Sánchez es el candidato preferido por una gran mayoría de electores que el domingo debían votar al presidente más capaz de gobernar un país complejo. Sánchez, pues, ha perdido y ha ganado a la vez. Pero dos cosas agravan el balance. Una, que la ultraderecha ha salido fortalecida al convertirse en el tercer partido con 52 diputados. Pero la cuota parte de culpa de Sánchez no es mayor que la del PP o Cs que con sus pactos –incluida en la emblemática Madrid– han legitimado a Vox ante el electorado conservador. Si Casado pacta con Vox, ¿por qué no puedo votarles yo?

Lo otro es lo fundamental. Sánchez tiene ahora que lograr un pacto de investidura. Solo hay dos opciones y las dos son difíciles, espinosas y tienen graves inconvenientes. Si España fuese un país normal, o sea si el problema catalán fuese menos alarmante, un pacto PSOE-PP sería el camino. Pero los dos no están de acuerdo sobre Catalunya. Uno exige respetar la Constitución mientras el otro piensa en los límites constitucionales para reconducir el autogobierno catalán. Además, si el PP permite la investidura de Sánchez, se podría encontrar con que Vox –que ha subido más escaños– le acusara de complicidad con el socialismo y el independentismo. ¿Puede Casado asumir ese riesgo?

La otra posible solución, más alambicada y que podría acabar mal, es la que Rubalcaba –con su inteligencia para analizar, pero no para ganar elecciones– bautizó como 'Frankenstein'. Un acuerdo –¿hasta cuándo?– que pudiera unir al PSOE, Podemos y Más País (158 escaños) que con los siete del PNV llegarían a 165 y que con abstenciones canarias, cántabra y seguramente de ERC permitirían una ajustada investidura. Sería un pacto algo frentista (malo) y provocaría agrias reacciones en media España. Pero, ¿y si es la única salida?

Reducir la virulencia de la crisis política

Además, que el primer partido de España, que es el segundo de Catalunya gracias al PSC, tejiera alguna complicidad con un también histórico partido, ERC, que es el primero de Catalunya, podría ser un paso para reducir la virulencia de la crisis política.

Sánchez tiene el problema, debe encontrar la salida. No será fácil y puede ser solo provisional, pero como ya dije hace alguna semana, «con estos bueyes tenemos que arar».