Dos miradas

Luces de Navidad

Son todavía bombillas apagadas, estructuras frágiles de alambre que un día iluminarán las calles. Quizás necesitamos esta recurrencia inanimada, ajena a nuestras vidas, una rutina anual

Un operario coloca unas luces de Navidad en una calle de Barcelona.

Un operario coloca unas luces de Navidad en una calle de Barcelona. / periodico

Josep Maria Fonalleras

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Vivimos tiempos convulsos. En la niebla, solo somos siluetas que se dibujan apenas en un margen de claridad, a contraluz. Vivimos en el desconsuelo o el miedo, la incomprensión y el (des)deseo, con la inquietud por un futuro ignoto. Vivimos en un paréntesis del que sabemos que tarde o temprano saldremos sin saber aún a qué nueva sintaxis nos tendremos que agarrar. Vivimos en la incertidumbre y la añoranza, en la posibilidad remota de una felicidad que ahora nos es esquiva. A la espera de los acontecimientos que no sabemos adónde nos llevarán, con la pretensión de conseguir un refugio, empujados a la incombustible, rotunda espiral de la ola.

Y sin embargo, jóvenes operarios se elevan en una grúa para colocar las luces de Navidad. Son todavía bombillas apagadas, estructuras frágiles de alambre que un día iluminarán las calles. Quizás necesitamos esta recurrencia inanimada, ajena a nuestras vidas, una rutina anual. Como decía Gabriel Ferrater en una carta a Helena Valentí, "me refiero sencillamente a la ordenación más elemental de la vida, a la prosecución del puro hecho de nuestra existencia." Tal vez solo se trata de eso. Quizá vivir es contemplar cómo cuelgan la luminaria.

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