ANÁLISIS

La chistera de Messi

Leo Messi da las gracias al cielo cuando son muchos los que lo consideran 'D10S'

Leo Messi da las gracias al cielo cuando son muchos los que lo consideran 'D10S' / periodico

Jordi Puntí

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Nunca la lesión de un jugador propio le había ido tan bien al FC Barcelona. El sábado, la entrada de Busquets por el lastimado Semedo, que coincidió además con el primer gol de Messi, supuso una dosis de calma y equilibrio para un equipo que iba dando tumbos, sin criterio, ahuyentando el fantasma de los dos últimos partidos.

Hasta ese momento, la inconsistencia del juego blaugrana había sido tan evidente que muchos creímos que en realidad Valverde había optado por un cambio drástico, de esos que en una primera parte solo se entienden para reiniciar el juego —y que el sustituido vive como una afrenta personal.

El mueble de Ikea

La entrada de Busquets tampoco fue exactamente mano de santo, pero le dio una lógica a un equipo que hasta ese momento parecía invertebrado. Tras un período de pruebas forzadas, uno tiene la impresión que Valverde no acaba de acertar con las piezas, intente lo que intente. Como quien tiene que ensamblar un mueble de Ikea y se hace un lío con las instrucciones.

Tras un período de pruebas forzadas, uno tiene la impresión de que Valverde no acaba de acertar con las piezas

El sábado las piezas estaban sobre el campo —De JongArthur Sergi Roberto, y luego Busquets—, pero solo en algunos momentos de la segunda parte sus combinaciones sirvieron para dar ritmo al partido y crear peligro.

Ya nadie habla de los “peloteros”, ¿se acuerdan?, y da la impresión que aquello que antes era una seña de identidad y nos enamoraba, ahora se ha convertido en una rutina que pocas veces conduce a algo realmente bueno, y de repente estamos en el campo semántico de una pareja en crisis, en el sofá del terapeuta.

Falta de fluidez

Esta falta de fluidez cuenta con un botón rojo de alarma que se llama Griezmann, y a ratos tiene un aire de déjà vu que remite al Coutinho de la temporada pasada. Con la diferencia de que el brasileño le había caído a Valverde como un premio de tómbola, mientras que Griezmann es una petición suya. Por eso sorprende aun más su escaso protagonismo.

El francés se entrega, asiste, presiona y se implica en el juego, pero es quizás la pieza más desplazada en todo el ensamblaje. Su esfuerzo debería ser más creativo que destructivo, y en realidad nos recuerda que hay pocos jugadores que busquen el uno contra uno para crear superioridades en el balcón del área. Y entretanto, Riqui Puig sigue derrochando su talento en los campos de Segunda B; frente a rivales carniceros, árbitros que no le protegen y un silencio que se me antoja muy beckettiano.

Es una bendición, y en cierta forma también un problema, que todos esos debates los acabe zanjando la magia de Leo

Luego, claro, es una bendición —y en cierta forma también un problema— que estos debates queden zanjados cada vez que Messi saca su chistera sin fondo para ganar partidos. El sábado, sus dos goles de falta parecían calcados, como variaciones sobre un mismo tema, y nos distrajo una vez más de los conflictos de fondo.

Por mi parte, yo me fijé en otro detalle menos visible de su influencia: cuando Messi pierde un balón, el rival que se lo ha quitado queda tan sorprendido de su hazaña que dedica medio segundo a regocijarse mentalmente, pues no se lo acaba de creer; entonces no es raro que el argentino aproveche ese breve despiste para recuperarlo de nuevo. Messi genial.