La clave

Los votos que alimenta la frustración

Quedarse en casa el 10-N puede ser tentador, una pataleta en forma de porcentaje de abstención al acabar el recuento. A partir del 11-N, solo será una oportunidad única perdida

Los jóvenes de la acampada de la plaza Universitat, el pasado día 3.

Los jóvenes de la acampada de la plaza Universitat, el pasado día 3. / periodico

Carol Álvarez

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Cuando la Junta Electoral delimitó un pasillo entre las tiendas de la acampada de Universitat, cargadas de pancartas ideológicas, para garantizar el libre paso de quienes quieran ir a votar el 10-N al colegio contiguo, no solo creaba un espacio blindado a los símbolos: también ofrecía protección al votante, si es que se anima a ejercer. 

Y es que la frustración corroe estos tiempos. Unos se ponen nerviosos e hiperventilan. Si le da por ahí a un político, dice barbaridades; un activista además las puede hacer, y en su impotencia, quemar un contenedor le parecerá lo más. A otro le puede dar por votar a Vox, y no lo duden, lo hará.  En estas estamos porque, entre otras cosas, nuestros representantes no han echado mano a los sabios consejos de Lakoff, aquel del «no pienses en un elefante», que también difunde el método sándwich de verdad contra las mentiras en campaña. Eduardo Suárez, del Reuters Institute, lo ha rescatado del olvido estos días para aclarar las ideas del electorado: Primero siempre la verdad, luego exponer la mentira en toda su crudeza, y finalmente, lanzar una nueva tanda de verdades. 

El grueso de la sociedad frustrada lucha por adaptarse al nuevo tablero de juego. No, ahora no hay pisos de alquiler por menos de 900 euros, no, ahora no da el sueldo para un coche o para las extraescolares del peque. Renunciarán a cosas que disfrutaban sin la conciencia de que podían ser un lujo, y llegarán justos a fin de mes. O ni eso. Y serán expulsados de sus barrios y sus vidas de siempre, lejos de aquello que otras generaciones proyectaron como el Estado de bienestar. El 62,8% de los millennials  ¿Dónde están las propuestas para las futuras jubilaciones?

Hay motivos para el desaliento. Pero en sus mil expresiones, se ha vuelto una bomba de relojería ante la cita con las urnas. Quedarse en casa el 10-N puede ser tentador, una buena pataleta en forma de porcentaje de abstención al acabar el recuento. A partir del 11-N, ya solo será una oportunidad perdida.