LA CLAVE

El otro 'lo volveremos a hacer'

Es el mensaje, no solo político, que llega de Madrid: si los independentistas lo vuelven a hacer, sea lo que sea, nosotros también

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JOAN CAÑETE BAYLE

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Desde que Jordi Cuixart se lo dijera al juez Marchena en sus alegatos finales en el juicio del 'procés', el ‘ho tornarem a fer’ se ha convertido en la frase fetiche del independentismo en la fase post-sentencia. Òmnium Cultural no entiende ese 'lo volveremos a hacer' igual que la Assemblea Nacional Catalana (ANC), ni Waterloo como los presos, ni ERC igual que una parte de Junts per Catalunya, ni unas corrientes posconvergentes como otras corrientes posconvergentes. En la ambigüedad está la gracia, al fin y al cabo el gran arreón del independentismo tras la sentencia del Estatut se hizo al albur de un concepto, el derecho a decidir, que significaba lo que cada cual quería que significara. 

Hay otro 'lo volveremos a hacer', al margen del independentista. Es el mensaje, no solo político, que llega de Madrid. Si los independentistas lo vuelven a hacer, sea lo que sea, nosotros también. Es decir: desdeñar la realidad de que la mitad de la población catalana, porcentaje arriba, porcentaje abajo, quiere irse de España; tratar por la vía penal un problema político (lo último: volver a introducir en el Código Penal la convocatoria ilegal de referéndums); atribuir en exclusiva la crisis institucional a la influencia de los medios públicos catalanes, la educación y la propaganda de la Generalitat (los ingredientes en su momento de la errónea teoría del suflé, como si la crisis fuera un golpe de fiebre que se puede combatir con chutes de antibióticos); cerrar los ojos a la realidad social catalana y pensar que si se desea muy fuerte, al abrirlos, esta habrá cambiado; convertir la Constitución en un texto grabado en piedra, inmutable; elevar el tancredismo rajoyesco a única política de Estado posible. 

Muy mal final

Sin llegar (aún) a la retórica del 155 permanente, Pedro Sánchez se ha unido con alegría al ‘lo volveremos a hacer’. Se entiende la estrategia electoral, pero a él se le supone la responsabilidad de ser el presidente en funciones y el favorito el 10-N. En cambio, con sus irresponsables machadas sobre Puigdemont y la fiscalía y su olvido de la plurinacionalidad, legitima el discurso frentista de la derecha y dificulta que a partir del 11-N el conflicto pueda encauzarse por vías políticas. Si ambas partes lo vuelven a hacer, ya sabemos cómo acaba esta historia: muy mal.