Análisis

De la apertura catalana al enroque

Sánchez no dialogará mientras el independentismo no renuncie a la unilateralidad, coquetee con la violencia y no tienda la mano al resto de fuerzas catalanas

Pedro Sánchez, en el mitin en Viladecans.

Pedro Sánchez, en el mitin en Viladecans. / periodico

Rafael Jorba

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La apertura catalana de Pedro Sánchez se ha tornado en enroque. He aquí el resumen del tiempo transcurrido entre la reunión de Pedralbes con Quim Torra (20 de diciembre del 2018) y el debate electoral del lunes. Un tuit del periodista Claudi Pérez lo sintetizaba así: “La apuesta de Sánchez en economía es elevar el perfil de Nadia Calviño, su voz en Bruselas. Un tono más duro en Cataluña y un tono socioliberal en economía: esa es la propuesta frente al tono más dialogante con Cataluña y al perfil más socialdemócrata en economía de hace 18 meses”.

Centrémonos en el paso de su perfil más dialogante a su endurecimiento de tono en la cuestión catalana. Sánchez consideró inicialmente una deslealtad que Torra filtrase el documento de 21 puntos que puso sobre la mesa de Pedralbes. Los dos movimientos posteriores del ‘president’ -la combinación de aquel “amigos de los CDR, apretáis y hacéis bien de apretar” y de su insistente “lo volveremos a hacer”- aceleraron el enroque de Sánchez. El punto de no retorno ha sido el doble juego de Torra en la semana de disturbios posterior a la sentencia del Tribual Supremo.

Renunciar a la unilateralidad

No habrá diálogo con el independentismo mientras no renuncie a la unilateralidad, coquetee con la violencia y no tienda la mano al resto de fuerzas catalanas. A la literalidad de la intervención de Sánchez en el debate me remito: “La crisis que se vive en Catalunya es una crisis de convivencia, no de independencia. Lo que necesitamos es aumentar los espacios de encuentro y reducir a la mínima expresión los espacios de confrontación entre catalanes”.

Sánchez descarta las medidas drásticas que exigen las tres derechas -ley de Seguridad Nacional, artículo 155 de la Constitución y estado de excepción- y se inclina por una ofensiva proporcionada al desafío independentista. Así en el plano legal -“incorporar en el Código Penal un nuevo delito para prohibir la celebración de referéndums ilegales en Catalunya, como ha ocurrido cuando gobernaba el PP”- como en el del relato: la educación y los medios de comunicación públicos.

Un apretón de tuercas con dos medidas. Primera: “Construir la concordia desde la educación. Vamos a aprobar una nueva asignatura en la educación obligatoria, para todo el territorio español, sobre educación en valores civiles, constitucionales y éticos”. Segunda: “Vamos a modificar la ley general sobre el audiovisual para que los consejos de administración de todos los entes públicos -también los autonómicos- sean aprobados por las dos terceras partes de sus parlamentos”.

Sánchez convenció a Rajoy para que no interviniera la CCMA en la aplicación del artículo 155. Ahora, por vía legislativa ordinaria, quiere acabar “con el uso sectario que el independentismo catalán está haciendo de TV-3”. Olvida que el Parlament acaba de modificar la ley de la CCMA para elegir su Consell de Govern por una mayoría de dos tercios (si no se obtenía este quórum era elegido en segunda votación por mayoría absoluta). Sin embargo, más allá de la letra pequeña, es de rigor un proverbio chino: “Cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo”.