Al contrataque
Españoles de sangre
Al señor Abascal no le hace falta hablar ninguna lengua extranjera, le basta con la primitiva concepción de la españolidad que emana de la sangre y la esencia inmutable por los siglos de los siglos
Najat El Hachmi
Escritora
Najat El Hachmi
En un mitin, Santiago Abascal se puso a recitar los nombres de personas que habían recibido ayudas al alquiler en la Comunidad de Madrid. Extraño sería que algo así no fuera delito. Ni que sea por pasarse por el forro la protección de datos, pero sobre todo por fomentar la discriminación y atizar el odio contra aquellos que él considera extranjeros por el simple hecho de no saber pronunciar bien sus nombres. Ay, qué tristeza la falta de capacidades lingüísticas de personas que apenas dominan un solo idioma, qué ridículo el líder de la formación de extrema derecha atragantándose con un par de sonidos algo ajenos a su única lengua. Cumple, en este sentido, con el defecto clásico de los políticos rancios que nos hacen pasar vergüenza cuando tiene que expresarse en instancias internacionales y no saben decir más que “'very difficult todo esto'”. En fin, a los que somos políglotas por nacimiento, circunstancias y voluntad nos provoca una estupefacción tremenda ver que quien aspira a gobernar España no sea capaz de pronunciar nada que no sea Sánchez o Fernández.
Por otro lado, ¿para qué va a querer aprender idiomas alguien que vive en la Edad Media? No, al señor Abascal no le hace falta hablar ninguna lengua extranjera, le basta con la primitiva concepción de la españolidad que emana de la sangre y la esencia inmutable por los siglos de los siglos olvidándose incluso de la democracia y los parámetros que la vertebran. El español de Vox es anticonstitucional porque solamente lo es el que nace de padres españoles, dejando de lado las circunstancias descritas en el Código Civil que establecen la nacionalización de extranjeros.
Pero da igual, el problema de fondo no es que tenga un visión obsoleta de lo que significa ser ciudadano, es que también la tiene de lo que representa ser, simplemente, un ser humano. Los datos demuestran una y otra vez que no es cierto que los extranjeros reciban más ayudas pero la formación insiste en difundir el bulo. Y aquí la pregunta que hay que hacerle a cualquiera que los escuche es: ¿Hasta dónde hay que llegar en la discriminación de quienes creemos de fuera? ¿Nos parece bien que alguien, por el simple hecho de haber nacido en otro país (él o sus padres o sus abuelos) esté automáticamente excluido de cualquier prestación? ¿Nos parece bien que un niño sin recursos no reciba alimentos ni ropa ni ayudas para no dormir bajo un puente si resulta que su padre se llama Mohamed? ¿De verdad que alguien puede aceptar la deshumanización del vecino solo porque su nombre resulta impronunciable?
Lo curioso del caso es que el cabeza de lista por Barcelona de la formación no podría beneficiarse de ninguna ayuda social atendiendo a los criterios racistas de su partido dado que es negro. Pero el negro de Vox destiñe porque es de buena cuna y ser de buena cuna, ya se sabe, borra cualquier diferencia racial.
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