La desigualdad social

Un lugar en el mundo

La película 'Parásitos', Palma de Oro en Cannes, nos recuerda que cada persona tiene su lugar, que este muchas veces no depende de la valía sino de la suerte, y que salir de ese lugar al que perteneces puede ser arduo

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Care Santos

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El lugar que ocupamos en el mundo define quiénes somos. Lo cual no significa que cambiar de sitio nos convierta en otra persona, ni que hacerlo sea fácil. El mundo se divide en barrios residenciales donde las clases privilegiadas viven en sus burbujas amplias y ajardinadas, ocultos a los demás —los envidiosos, los pobres, los que huelen mal, los que a menudo se arrastran por el subsuelo— y están los otros: quienes habitan pisos pequeños, semisubterráneos, oscuros, invadidos por las liendres —cuando no enfermos de aluminosis o en zonas fácilmente inundables— donde vive un alto porcentaje de la población mundial. No olvidemos que 3.400 millones de personas en el mundo pertenecen a este segundo grupo. Ni que las diferencias entre ricos y pobres son más grandes que nunca.

De eso trata la última película del director surcoreano Bong Joon-Ho,  'Parásitos', ganadora de la Palma de Oro en el último Festival de Cannes. Una familia pobre que forma parte de esos 3.400 millones de parias del mundo ve de pronto la oportunidad de insertarse en la vida —y en el flamante espacio— de una familia rica. En realidad, ambas familias se parecen mucho más de lo que piensan, salvo por la escenografía donde se desarrollan sus respectivas vidas.

La cinta nos recuerda que cada persona tiene su lugar, que este muchas veces no depende de la valía sino de la suerte, y que salir de ese lugar al que perteneces puede ser arduo. La historia presenta más preguntas que respuestas e invita a un debate posterior que tampoco es fácil. Qué hemos visto, de qué trataba, cómo es posible que nos caiga bien la familia pobre, pero que a la vez simpaticemos con la rica, qué está justificado —y qué no— con tal de salir de una situación patética, quiénes son en realidad los parásitos, si los pobres sin escrúpulos dispuestos a todo o los ricos ignorantes de lo que ocurre frente a sus narices y, sobre todo, a cuál de los dos grupos pertenecemos y hasta dónde llegaríamos por ocupar el mejor lugar posible, ni que fuera por una noche.