Análisis

Superar la sensación de inutilidad

Nos encontramos en el mismo lugar que hace pocos meses pero con más necesidad que antes de votar y de reflexionar bien quién se vota y para qué

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Eulàlia Vintró

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La incomprensible falta de acuerdo entre las fuerzas de izquierda, que el 28 de abril celebraron con alegría el resultado de las elecciones –facilitadoras de un Gobierno progresista– ha conducido al país a unas nuevas elecciones y a una etapa demasiado larga de precampaña, por más que la campaña propiamente dicha dure solo ocho días.

Es bastante unánime la creencia de que la ciudadanía está muy harta de las repeticiones electorales y de comprobar que sus votos no sirven para alcanzar los objetivos que desea ni para llevar a cabo las promesas de los partidos en las campañas. Cada vez hay más personas que votan con resignación para evitar el crecimiento de algún líder o para impedir que otro entre el Congreso en lugar de votar con ilusión a favor de una ideología y una propuesta electoral concreta y clara .

Si el 28 de abril se generó una amplia corriente de opinión dirigida a votar para consolidar un Gobierno de izquierdas y de minimizar lo máximo posible la presencia de la ultraderecha en el Congreso y si este doble objetivo, ilusionante y firme, produjo una de las participaciones electorales más altas de los últimos años, las perspectivas no parecen las mismas para la cita del 10-N.

Además, los debates electorales y las declaraciones o actos de los dirigentes de cada partido no suelen aportar ni ideas nuevas ni soluciones a problemas preexistentes ni propuestas atractivas de futuro; y quien intenta ponerlas sobre la mesa del debate es arrinconado sistemáticamente por los demás y por los medios. De hecho, la campaña está centrada en Catalunya y en los reproches de todos contra todos, sin que aparezca ningún indicio de voluntad de solución operativa ni de abordaje innovador ni de propósito de enmienda. En cambio, los problemas reales de la gente casi ni son abordados en materias tan importantes como el paro, las condiciones laborales, los salarios, las pensiones, la educación, la sanidad, el medio ambiente... Ni tampoco  la posible repetición de una crisis global cuando las personas que lo pasaron peor aún no se han recuperado.

Las encuestas, excepto la del CIS hecha antes de la sentencia del ‘procés’, de la exhumación de Franco y de las manifestaciones en Catalunya, no presentan grandes cambios en el resultado final y todo hace temer que puede haber más opciones que un Gobierno progresista y que el PSOE no vería mal un acuerdo con la derecha de Casado o de Ciudadanos. Unidas-Podemos, a pesar de los esfuerzos para desacreditar su posición y su programa social, resiste o incluso mejora y seguirá siendo la fuerza que garantice un Gobierno de izquierdas. Los partidos catalanes independentistas ya no cuentan, al parecer, a la hora de formar un nuevo Ejecutivo español y solo se mueven en función de su indiscutible afán por ocupar la primacía.

Nos encontramos, pues, en el mismo lugar que hace pocos meses pero con más necesidad que antes de votar y de reflexionar bien quién se vota y para qué. Debemos combatir la sensación de inutilidad que se pueda razonablemente sentir y debemos evitar, por encima de todo, que haya quien quiera dificultar o impedir el ejercicio legal del derecho a votar.