Protestas contra los desahucios

La Barcelona más movilizada

Ellos también luchan contra la injusticia, en este caso inmobiliaria, y gritan consignas contra la actuación policial. Esta vez, ganaron los que protestaban

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Eva Arderius

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Mientras estábamos viviendo las primeras reacciones ciudadanas contra la sentencia del procés, una movilización excepcional jamás vivida en Barcelona, pasaban más cosas en la ciudad. El martes 22 de octubre, en el Raval, un centenar de personas de todas las edades, mayoritariamente mujeres y jóvenes, se concentraron en la calle de l'Aurora. El mismo día, un grupo similar hacía lo mismo en la calle de Hospital, en pleno distrito de Ciutat Vella. Los dos grupos se hicieron fuertes delante de dos edificios con desahucios programados. Los vecinos bloquearon los accesos de los pisos y se enfrontaron a los 'mossos' y a la comitiva judicial. No había 'estelades', no era una protesta contra la sentencia, aunque muchos de los que estaban ahí quizás estos días también han salido a la calle para rechazarla. Ellos también luchan contra la injusticia, en este caso inmobiliaria y gritan consignas contra la actuación policial. Esta vez ganaron los que protestaban. Mossos y comitiva judicial recularon, los desahucios de Juan Carlos y Senaida y sus tres hijos así como el de Susana y su familia se pararon. De momento se han salvado. Probablemente la comitiva y la policía volverán otro día, pero los vecinos también lo harán, ganan en tozudez.

Estas no son las únicas protestas contra los desahucios. Había convocadas más, una con el lema #verónicasequeda que quería evitar que Verónica y sus hijos de 10 meses y  4 años tuvieran que dejar su casa en la calle de la Font de Canyelles, en Nou Barris; el miércoles también se convocó para parar un desalojo en Travessera de Gràcia y desde que este articulo está escrito seguro que habrá muchos más.

La vida continúa, a pesar de los días de excepcionalidad que vive Barcelona, a pesar de las múltiples convocatorias, las marchas masivas de diferente color político, a pesar de los cortes de trafico y el molesto sonido permanente del helicóptero. Mientras Barcelona quema, los nuevos movimientos vecinales que velan para que los barrios continúen siendo barrios, hierven como siempre, con la misma efervescencia e insistencia que hace meses.

Alianzas entre barrios

Todo pasa en la misma ciudad. Estas nuevas plataformas vecinales, la mayoría con pocos años de vida, no se paran, van por otro canal. No buscan el impacto mediático sino la fuerza socialfuerza social, para ellos el éxito es garantizar que ante cada desahucio haya gente suficiente como para obligar a la policía a dar marcha atrás. Han creado una red de alianzas con otros barrios y el sistema está funcionando.

Han dejado kilómetros atrás a los movimientos vecinales de siempre, los de toda la vida. Ahora las plataformas, asociaciones y entidades mucho más pequeñas como Resistim al Gòtic, el Sindicat de l’Habitatge, las asambleas de barrio, Acció Raval, Fem Sant Antoni, entre otras muchas, controlan el entorno más inmediato. Tienen una mirada próxima, conocen perfectamente el territorio, tratan por su nombre a vecinos y comerciantes del barrio, saben qué pisos están vacíos y quién es su propietario, detectan los que podrían servir para alojar a alguien, investigan las grandes operaciones inmobiliarias, denuncian la presencia de posibles traficantes, están en contacto con los servicios sociales... A veces es la administración quien les pide ayuda. Paran un desalojo, cuidan de los niños de las familias obligadas a mudarse, ayudan con los trámites burocráticos, incluso se llevan vecinos a casa, montan fiestas permanentes para evitar los desahucios sin fecha y hora, convierten calles inseguras en paellas vecinales y todo con una única herramienta, un teléfono, un buen chat de WhatsApp o Telegram y unos buenos contactos a quien llamar en caso de necesidad. No les hace falta mucho más y siempre están.

Los nuevos portavoces
vecinales son jóvenes y su trabajo es silencioso, pero va calando 

Los nuevos portavoces vecinales son jóvenes, no quieren irse de los barrios pero tampoco quieren que nadie tenga que marcharse. Cada vecino que se va es uno menos a protestar. Estos líderes que están protegiendo el Gòtic, el Raval, el Poble Sec, la Barceloneta y muchas otras zonas de Barcelona, no buscan pasar a la historia, son discretos, de hecho la mayoría de barceloneses no saben cómo se llaman. Sus acciones no serán comparables con las que hemos visto estos días, no organizan marchas ni manifestaciones multitudinarias, su trabajo es silencioso, pero va calando. Están aquí para quedarse. Es la otra movilización barcelonesa, la otra movilización permanente. En un futuro la ciudad tendrá muchas cosas a agradecerles.