El debate entre los líderes

Cuatro elecciones y un funeral

La noche del 10-N sí exigirá altura de miras para no condenar al país a otros comicios

zentauroepp50732586 opinion leonard beard191103221036

zentauroepp50732586 opinion leonard beard191103221036 / periodico

Anna Cristeto

Anna Cristeto

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Bajo los focos del primero de los dos debates electorales del pasado abril, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, abusó de su «no se ponga usted nervioso» cuando se dirigía a Pedro Sánchez. Se mostró confiado al amparo de los pronósticos que manejaba, aspirando a aparecer como líder de la oposición. El PP, tras la moción de censura que siguió a la sentencia de la Gürtel, estaba en horas bajas.

Los lectores de este diario señalaron a Rivera como el vencedor de ese debate. El siguiente se lo adjudicó Pablo Iglesias, que estuvo más sereno y menos rudo que el líder naranja. Pedro Sánchez, el segundo mejor valorado por los espectadores, trató de rentabilizar su imagen presidencial construida a contrarreloj con su reciente mudanza a la Moncloa.

Siete meses después, la parrilla de salida para la cita ante las cámaras de este lunes es distinta. Esta campaña exprés dejará solo un debate con los cabezas de lista nacionales y habrá cinco atriles en vez de cuatro. En las anteriores ocasiones, Sánchez quiso imponer la presencia de Santiago Abascal, pero Vox no tenía representación parlamentaria. La ausencia de la ultraderecha no impidió que su sombra sobrevolara el plató, convocada por los que alertaban de la posible suma de la triple alianza.

Las encuestas sugieren ahora que Rivera tiene menos razones para salir a escena con tanta confianza. Pablo Casado, tras el desplome del 28-A, ha atemperado su discurso, dejando que sean Cs y Vox los que se muestren más agresivos, especialmente con el conflicto catalán. Los populares recuperarían parte de lo perdido y Abascal crecería por sus encendidos discursos. Rivera, en cambio, es consciente de la fragilidad de su liderazgo. Después de tres comicios estatales, los cuartos podrían desembocar en su funeral político, por lo que esta vez quizá sea él quien escuche aquello de «no se ponga nervioso» y opte por modular sus envites.

Pedro Sánchez se enfrenta al desafío de mejorar sus 123 escaños, cuando no al de conservarlos. La encuesta del CIS, realizada antes de la sentencia, de los disturbios en Catalunya y de la exhumación de Franco, le ofrece unas perspectivas favorables que no secundan otros sondeos. Previsiblemente ofrecerá un perfil de centro y de garante de la estabilidad, aunque ahora, con el fallo del 1-O sobre la mesa, le costará más zafarse de quienes le acusan de no descartar posibles indultos. Casado y Rivera podrían invocar a Torra y a Puigdemont y a los supuestos pactos con los que «quieren liquidar España» para obligar a Sánchez a abandonar esa centralidad.

El líder socialista tampoco contará con el mismo Pablo Iglesias que en el debate de abril ejerció de su escudero provisional. La posibilidad de alumbrar entonces un pacto de izquierdas hizo que el líder morado tuviera un tono más propositivo. Nada impide que este lunes el número uno de Unidas Podemos cargue las tintas contra el que le impuso su veto personal. Cuando las cuartas elecciones en cuatro años parecían inevitables, todos sabían que en noviembre la gobernabilidad sería más difícil. Por eso,  la noche del 10-N sí exigirá altura de miras para no condenar al país a otros comicios.