Opinión | Editorial

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La crisis sigue al acecho

No se justifica que la economía parezca no tener un papel relevante en la campaña electoral

Una mujer, en la cadena de montaje de una fábrica de automóviles

Una mujer, en la cadena de montaje de una fábrica de automóviles / periodico

El Producto Interior Bruto (PIB) de España ha vuelto a resistir en el tercer trimestre mucho mejor de lo que lo han hecho otras economía occidentales. Pero, al contrario que muchas de ellas, el crecimiento económico no se traduce en empleo y mucho menos en empleo de calidad. Los indicadores de ocupación y de consumo son sumamente precarios aunque los datos macroeconómicos salgan positivos. Un buen crecimiento del PIB es una condición necesaria pero no suficiente para conseguir un crecimiento económico armónico.

En los primeros compases de la campaña electoral no parece que la economía vaya a tener un papel relevante. Y si no lo tiene no es porque la situación no sea preocupante, como se ha advertido desde hace semanas. El riesgo de estancamiento es real y los partidos deben dar respuesta. Una parte muy sustancial de esta va a llegar desde la Comisión Europea, pero algunas de las decisiones clave dependerán de las instituciones españolas, que tienen la cabeza en otra cosa. Y este es un mal camino para afrontar lo que nos viene en los próximos meses. La salida de la crisis se ha hecho con atajos. Quizás no había otra salida, pero cada día tenemos más síntomas de agotamiento. Cumplir con un déficit bajo y mantener la inflación a raya son objetivos muy loables, pero claramente insuficientes. Es el momento de las reformas estructurales. Sin ellas saldremos de la crisis como hemos llegado.

La solución a los retos de la economía española no pasa por una fórmula mágica sino por entender la naturaleza del problema: el trabajo compite hoy en un mercado global en el que los salarios viven los avatares de esta nueva realidad. Es ya una necesidad imperiosa actuar frente a las actividades económicas que esquivan la fiscalidad local y los productos procedentes de mercados protegidos que presionan los precios a la baja. Hay que volver a reivindicar el aumento del salario mínimo y, a partir de ahí, trazar un camino de éxitos.