Internet, 50

Los inventos tienen todos su propia mitología. En algún caso, nos la tenemos que inventar, con la rueda, por ejemplo, pero en otras ocasiones, más documentadas, podemos saber qué escribió en código morse el señor Morse o cuáles fueron las primeras palabras pronunciadas por Alexander Graham Bell cuando descolgó el primer teléfono en la primera conversación telefónica. Es lo que celebrábamos el 29 de octubre: el primer mensaje enviado entre dos ordenadores, uno en Los Ángeles y el otro en Stanford. El nacimiento de internet, hace 50 años, la revolución de nuestras vidas.

En este caso, hay dos detalles que ayudan a conformar la narración mítica. El mensaje primero -de tres letras- no terminó de funcionar a la primera, y se hizo sin conciencia cierta de lo que estaba por venir. Para que la cosa funcione se necesitan unos orígenes humildes, como en el cristianismo. De aquella pobreza, estos fastos. Del balbuceo a la Biblia. De la cueva que titubea al discurso universal y enciclopédico. Y que parezca, todo ello, una historia contada por los abuelos cerca de la lumbre, como si se tratara de una anécdota y no de dar a luz al monstruo que ahora habita entre nosotros.