Dos miradas
Carne de cañón
Lo único que tienen es la calle. En ella viven, duermen, roban, comen y se prostituyen. Solo tienen la calle, y la calle es suya.
Llegaron creyéndose las mentiras que, ahora, ellos mismos reproducen. Sí, mamá, ya trabajo. Ya como y duermo bien. Mira qué zapatillas nuevas me he comprado. Y callan el tremendo 'shock' al comprobar que nada de esto existía. Que con suerte tienen una cama. Que no hay trabajo, porque no hay papeles. Porque no hay lugar para ellos. Muchos vagabundean, esperando el milagro. Algunos se hunden en la depresión. Y otros se envuelven en un manto de irresponsabilidad y rabia. Porque lo único que tienen es la calle. En ella viven, duermen, roban, comen y se prostituyen. Solo tienen la calle, y la calle es suya.
Ahí los hemos visto, sumándose a los disturbios, echando más leña al fuego. ¿Qué les importa a ellos la sentencia del ‘procés’? ¿Qué tienen que ver con los otros jóvenes que llenan la calle? Esos que hablan un perfecto catalán, que después dormirán en sus casas confortables de renta media para arriba y 'esteladas' en el balcón. No les une nada. Por ellos, nadie se movilizará. Sobran en una sociedad ensimismada, incapaz de reaccionar y tomar decisiones que defiendan el bien común. Son solo eso, carne de cañón.
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